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era que anunciaba en sus tapices la suya, y haciéndole el sa­
ludo de costumbre las campanas y la artillería. El rey, que an­
tes de salir de Madrid se habia dirigido á implorar, con verda­
dera devoción tal vez, el favor de la Virgen de Atocha; el rey
que al llegar á Toledo se habia detenido unos momentos, con
sincero fervor por ventura, á celebrar la Semana Santa el
rey, dentro ya de Sevilla, corrió el 12 á su catedral,con muy pío
afecto sin duda, y alli dio gracias á su Señor y Dios por su fe­
liz arribo á aquellos muros, mas sensibles con ser de piedra, que
lo fué luego su corazón, con ser de carne á lo que parecía, al
luto y las desgracias de la Patria. Las corles arribaron el 11 con
no menos demostraciones de solemne recibimiento por parte de
los habitantes , y el 23 , como después veremos , volvieron á
abrir sus sesiones según lo anteriormente acordado. Era abrir
con sus manos la tumba que á la postre debia enterrarlas.
Entretanto el ejército francés, conducido por el duque de
Angulema, habia penetrado en España. Dividíase en cinco cuer­
pos: el 1.° á las órdenes del duque de Reggío; el segundo á las
del conde de Molitor; el 3.° á las del príncipe de Hohenlohe; el
4.° alas de Moncey;y el 5.° á las del conde Bordessoulle, compo­
niendo un total de 91,000 hombres, inclusas las falanges realistas
del Ejército de la Fé, las cuales, conducidas por Eróles, Quesada
y el conde de España, ascendían á 35,000 y marchaban á la
vanguardia. Con ellas profanó el suelo patrio una Junta creada
en Bayona en reemplazo de la Regencia deUrgel, desprestigiada
por sus derrotas, y cuyos individuos Mataflorida yCreux habian
sido confinados por el mismo gobierno francés al acogerse á su
territorio, no creyéndolos á propósito por la exageración de sus
•deas en sentido ultra-absolutista para inspirar confianza al
pueblo que se pretendía invadir. Aquel gobierno en tanto huyó