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á quienes intentasen poner estorbos al viaje, mientras á quienes le
querían llevar á efecto amagaba daño, si no tan inmediato, mas
seguro. Así por ambas partes se hablaba de coacción, y se bla­
sonaba de valor, y se ponderaba la poca libertad que se tenía,
mezclándose entonces la verdad con el artificio. Nombróse la
comisión, de la que fué su presidente el general D. Cayetano
Valdés, personaje de singular respeto para todos los partidos, y
que en la primer legislatura de las Cortes de 1822 solia votar
con el moderado. Mientras este digno diputado sin perder tiem­
po se encaminaba con sus colegas á desempeñar su nada agra­
dable encargo, quedó silencioso el Congreso en tremen­
da espectativa, y no menos mudos é inquietos los especta­
dores en las tribunas. Entretanto dispúsose entre Argue­
lles y Galiano qué habia de hacerse si el rey, negándose á
emprender el viaje, desembozadamente se mostraba resuelto á
ponerse en manos de los franceses, y acabar con el gobierno
constitucional al frente del cual estaba. Uno y otro abrazaron
con dolor un partido estremo, no dando con otro posible. Vol­
vió en breve la comisión, y en el semblante afligido de su pre­
sidente se notó desde luego que era portador de malas nue­
vas. Con voz tristemente solemne, oida con melancólico si­
lencio, refirió que habiéndose presentado al rey y héchole pre­
sente la resolución de las Cortes, S. M. habia respondido con
sequedad que ni su voluntad le dictaba, ni su obligación le
consentia pasar á Cádiz, y que á nueva respetuosa insinuación
sobre el inconveniente de semejante declaración de guerra,
volvió Fernando la espalda, soltando la espresion: zhe dicho.»
El guante estaba lirado, y solo quedaba la alternativa de recoger­
le y obrar como enemigo con quien enemigo se declaraba, ó
de retirarse el Congreso, dando el gobierno constitucional por