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Lleno este de satisfacción con la primera parte de la res­
puesta aprobada por la Representación nacional, no habia te­
nido paciencia para ver lo que daba de sí el maldito pliego cer­
rado; y así apresuróse á enviarla á ios rebeldes de Andalucía,
previniendo á las autoridades nombradas por la insurrección en­
tregasen el mando á las legítimas, y exijiendo de todos los con­
federados la sumisión mas completa. Aquí fué ella. Entre los
insurrectos habia quien viendo 1
las cosas tomar un aspecto mas
serió del que al principio se figuraban, se iban inclinando á ce­
der; pero la mayoría pensaba muy de otro modo, y no bien re­
cibió el documento en que se censuraba su conducta, resolvió
proseguir rebelada, no ya solo á pesar del gobierno, sino á des­
pecho del Congreso mismo. Enviáronse en consecuencia comi­
sionados de todas partes para centralizar la resistencia, y mien­
tras un correo estraordinario dirijíase á galope á la Corle con
otra nueva representación en la cual se ratificaba el empeño de
no obedecer, Jáuregui por su parte escribía al rey una carta de
su puño y letra, en la cual le acusaba formalmente de todas las
desgracias del pais, verdad la mas grande tal vez que aquel,
aunque rebelde, hombre honrado, habia dicho en su vida. Y he­
te ahora á las Cortes metidas en el mas espantoso laberinto,
viéndose por un lado obligadas á sostener la autoridad legal con
arreglo á una parte del mensaje, y por otro incapacitadas de ha­
cerlo, si habian de ser consecuentes con el mal disimulado ana­
tema descargado sobre esa autoridad en el pliego que, hecho ya
público, iba por esos mundos de Dios legitimando mas de lo
conveniente la resistencia de los pronunciados. ¡Oh, cuanto hu­
biera dado el Congreso por no haber soltado esa prenda al ver­
se ahora desobedecido juntamente con el ministerio! El mal es­
taba hecho entretanto, y como Horacio dice muy bien, nescit