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ANO 1822. 526
ciado por el Emperador El resultado de aquella crisis es por
lo demás bien sabido. Fernando pasó la frontera, y en la corre­
ría que hizo desde Cataluña á Aragón y desde Aragón á Valen­
cia, observó el delirante entusiasmo con que le recibían los pue­
blos, entusiasmo tanto mayor, cuanto menos conocido era el
hombre cuyo regreso se celebraba en todas partes con tantas
señales de júbilo. Convencido el monarca de lo mucho que va-
¡a su nombre, y de lo fácil que habia de serle descargar el gol­
pe de estado que allá en su interior meditaba; cercado en Va­
lencia por una turba de hombres incapaces de querer mas go­
bierno que el que los dejara medrar á la sombra de antiguos
"busos; alentado al mal con la célebre y nunca bastante exe­
crada representación de los 69 perjuros llamados Persas, y
apoyado, en fin, en las huestes que á su disposición puso Elío,
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lió inicuamente el sistema constitucional por su decreto
de 4 de mayo, declarando disueltas las Corles, y amenazan­
do con la muerte á todo el que osara declararse partidario de
"tro orden de cosas que el que S. ¡VI. por sí y ante sí tuvie­
se á bien adoptar Los calabozos se llenaron de víctimas, y
' os
diputados patriotas comenzaron á expiar crudamente el
crimen de haber anhelado tener en su anhelado monarca r.n ver­
dadero padre de los pueblos.
Don Francisco Martínez de la Rosa pudo libertarse con
üempo de la suerte que le esperaba; pero tranquilo con el les-
u
«ionio de su conciencia, prefirió la prisión á la fuga. Arreba­
to de su lecho en la noche del 10 de mayo, fué conducido
• Mu encierro abierto en las entrañas de la tierra, y allí perma-
Ue
ció siete meses sin que un rayo de luz le consolase, sin que
Un
a mano bienhechora derramase una gota de bálsamo en sus
horribles padecimientos. Trasladado después á otra cárcel roe-