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ta contribuían á legitimar, si posible fuese, las maliciosas acu­
saciones con que los fautores del despotismo pretenden desa­
creditar las instituciones liberales, y persuadir que es incompa­
tible la libertad con el orden.» Y concluía el semi-dictámen, ma­
nifestando terminantemente que las Cortes desaprobaban alta­
mente unos hechos que podían mirarse como precursores de ma­
les incalculables, sino se atajaban en su origen. Al oir tal repro­
bación, tomó Romero Alpuente la palabra, y con no menos es-
plicitismo habló en favor de los pronunciados, diciendo que si
se examinaban bien las causas del alzamiento, se veria qne las
provincias eran en vez de desobedientes, heroicas en el último
grado.—¡Santo Dios! esclamó Toreno: ¿heroismo la rebeldía?—-
Sí señor, sí señor, sí señor, contestóle Florez Estrada: en cier­
tos y determinados casos, no podrá negar su señoría que es
la insurrección un derecho.—Huy! qué máximas! qué doctrinas!
dijo, dando al olvido el Dos DE MAYO, el dulcísimo Martinezde
la Rosa.— ¿Con qué no, eh? replicó Vadillo: ¿con qué la insur­
rección no es un....—¡lili, basta! esclamó Toreno otra vez: la
autoridad constitucional debe ser acatada, obedecida por todos
los constitucionales. ¿Dónde iríamos á parar si aprobáramos la
conducta de los que se han alzado contra ella?—Y así prosi­
guió en el terreno de la estricta observancia de la ley, y tanto
pudo su elocuente voz, que el Congreso aprobó el dictamen, es
decir, la primera mitad que de un modo tan borrascoso se esta­
ba, como veis, debatiendo.
El rey, que en aquel mismo mes se habia restituido á Ma­
drid decidido á no conspirar mas contra las pobres Institucio­
nes, acojió con la mayor alegría la contestación del Congreso,
y no menos contentos que él recibiéronla los ministros.... mas
ay! faltaba la segunda parte, la parte contenida en el pliego, y