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Y esto, como también se vé, no era tampoco sino para creer
que el curso natural de las cosas seria mas favorable de dia
en dia al partido constitucional, y tanto mas, cuanto entre los
ministros habia algunos, según se susurraba, que le miraban
con menos malos ojos; y á fin de no dar lugar á que tomase
cuerpo tal creencia ó se alentasen ciertas esperanzas que Zea
creia punibles, alcanzó éste de S. M. la modificación del gabi­
nete, exonerando á los ministros de Hacienda, de Gracia y Jus­
ticia y Marina, y reemplazándolos con D. Antonio Martínez y
D. Juan Gualberto González, reputados por mas afectos á la
monarquía absoluta.
Y también fué sustituido el marqués de Casa-Irujo, reem­
plazándole D.Antonio Fernandez Urrulia en el cargo de secre­
tario del Consejo de Ministros, y lo mismo sucedió á Martínez
de San Martin, sucediéndole D. Matías Herreros Prieto en la
Superintendencia de Policía, y todo por la propia razón de mi­
rar ambos sugetos derribados la causa del liberalismo con mas
afecto ó menos oposición de lo que á Zea le convenia.
Y el tal Zea, y Fernando con él, creian que para debelar á
la facción y sostener el trono-de Isabel contra todo el poder
del carlismo cuando se desatase de veras, bastaba tener un
ejército, como si la pugna futura pudiera ser de las que se de­
ciden luchando solo tropas con tropas;'y de aquí las armas
quitadas á los Cristínos que las tenian, confiando el rey y el
ministro en que bastaba para todo evento el reemplazo de vein­
ticinco mil hombres decretado en febrero de este año, y la
creación del cuerpo de salvaguardias, ordenada este año igual­
mente para auxiliar á la policía.
Y mal le hubiera ido á Fernando con política tan equivoca­
da, si cuando era todavía tiempo hubiera secundado D. Carlos