SÉ - DSpace CEU

iba perdiendo en calor. Martínez de la Rosa en su desgracia
invocó por consuelo á las Musas, y estas descendieron á él ,
si no ricas y fecundas en genio, trayéndole al menos el bál­
samo que tanto necesitan las penas. Ya hemos observado en
otro lugar la tendencia del vate granadino á señalarse por una re­
gularidad que habia de hacerle en lo sucesivo el menos andaluz
de nuestros poetas. Discípulo de la escuela clásica desde los
primeros años de su edad , quiso en el Peñón tributarle una
muestra de la tierna afección que la tenia, vertiendo al castella­
no con acierto la epístola de Horacio á los Pisones. Poco satis­
fecho con esto, aspiró áser contado en el número de los le­
gisladores del Parnaso, y el Arte poética que con este fin es­
cribió no es indigna de ser calificada como el reglamento mas
útil á que en aquellos tiempos podia atenerse la juventud es­
tudiosa. Y decimos en aquellos tiempos, porque la revolución
(jae lo lo lo invade, ha invadido también en los nuestros los
dominios de la literatura, y la obra genial y didáctica que pue­
de regir ese vérligo, está por escribir todavía.
El señor Martinez preparó en su destierro algunos otros
trabajos á que mas adelante dio fin, y entre estas apacibles ta­
reas y la no menos dulce para él de dirigir una especie de
tealro casero donde se ejecutaban algunas piezas dramáticas,
consiguió disminuir una parte de su desgracia, y hacer menos
triste, aunque poco, su forzosa mansión en aquel punto.
El brutal y reaccionario sistema inaugurado en 1814 no
podia durar mucho tiempo. Al abolir Fernando el gobierno
constitucional, habia prometido reinar con otro que también lo
fuese, aunque mas acomodado á la índole y á las circunstancias
del tiempo. En vez de cumplir su palabra, parecia el monarca
dormido entre el sordo rumor de las cadenas y los tristes la-