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que sean de los mejores, sino por la edad del poeta y por lo
ocasionado del canto; por la habilidad eminente con que supo
en él conciliar lo que debia á los desposados y lo que se debia
á sí propio; por la sabiduría y discreción con que habló como li­
beral á una reina todavía absoluta, sin ofender la susceptibili­
dad de un monarca siempre tirano... por la felicidad finalmente
con que siempre inspirado y grande, supo hacer un epitalamio
nacional de una oda de circunstancias, vale sin rival en su
género, en el género lírico-patriótico.
Y por lo que respecta á Fernando, casarse fué empezar á mo­
rirse, y de aquí que en lo sucesivo comenzara á ostentarse menos
pésimo, cual si sus Irnos para hacer el mal se fuesen amorti­
guando algún tanto, á medida que su existencia se acercaba mas
á la tumba. Y no habia que fiar sin embargo en tales síntomas de
mansedumbre, porque ya Gampoamor ha dicho que esta es un
amago en las fieras, y luego veréis las razones en que me fundo
para aplicar á S. M. una observación tan exacta.
Y por lo demás, yo he hablado del principio y fin de este
año, pero no del tiempo intermedio, y es que cansado de tanta
tiranía, he querido hacer un paréntesis á las persecuciones y á
la sangre, y ahora es preciso llenarlo.
Y antes debo decir que el comercio babia recibido una me­
jora con el Código que el rey le otorgó, disponiendo que hu­
biera de regir desde enero del año siguiente. Y bien se conocía
que Fernando estaba entonces de buen humor con motivo de
su próximo enlace, cuando tan útil reforma decretaba; pero re­
forma y lodo como era, lo fué solo en sentido mercantil, y así
se concibe muy bien la sanción que le dio S. 31., tan poco afi­
cionado á otorgarlas. Y lo mismo debe decirse de la junta nom­
brada en abril para la formación del Código criminal, pues al