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Proclamada la Constitución del año 12 en medio del ge­
neral entusiasmo, no fué Martínez de la Rosa de los mas
moderados en el júbilo. Y no por que fuese aquel Código pare­
cido al inglés ni aun de lejos; pero él á la cuenta no vio sino
imperfecciones en este, y entre un gobierno en que el Pueblo
es lo menos y otro donde era lo mas, prefirió desde luego el
segundo, abrazando con ardor el sistema que, no sabemos por
qué razón, califican algunos de absurdo: el monárquico (y pue­
de serlo) con instituciones republicanas....
El entusiasmo del señor Martinez por las ¡deas novadoras
coincidió satisfactoriamente para él con el que le arrastraba á
hacer versos. La inmortal defensa de Zaragoza exijia de justicia
alas musas el tributo de su admiración, y la Junta Central esci­
tó la emulación de los poetas á celebrar dignamente los Sitios
de aquella ciudad sin segunda, ofreciendo premiar en el con­
curso al mas afortunado en cantarla. Era esto en 1809, y Mar­
tínez de la Rosa templó las cuerdas de su lira en las tristes ori­
llas del Támesis. A juzgar por su canto épico los talentos poé­
ticos del autor, no tenia la patria sino motivos de quedar satis­
fecha, augurando para mas adelante un poeta de primer orden-
No es un artículo biográfico el lugar á propósito para analizar
detenidamente las obras de ningún escritor; éslo sí de calificar­
las, justificando en lo posible el biógrafo el concepto que de
ellas se forma. En su poema de Zaragoza manifestóse el se­
ñor Martínez bastante lejano sin duda de igualarse á su asunto;
pero aquella nobleza, aquel tono, aquellos, sino sublimes, elo­
cuentes y patrióticos versos, hacían concebir la esperanza d e
cosas mayores en quien tan joven conseguia así distinguirse con
su felicísima prueba. El tiempo ha venido á mostrar después
que el autor no debia sobrepujar en ninguna de sus compos»*