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propuesta reproduciendo esta inhibición, y tantos fueron los
que la firmaron, que antes de empezarse el debate podia consi­
derarse aprobada. ¡Oh que reprobación tan tremenda la que iba
en consecuencia á lanzarse sobre los aborrecidos ministros que
antes de trascurrir el tal año acababan de aceptar el poder! Los
autores de la proposición contaban seguro su triunfo, cuando
¡oh dolor! levantóse Arguelles con el objeto de pulverizarla, y
tan cumplidamente lo hizo, que no hubo entre los firmantes un
solo diputado de nota que se atreviese á salir por ella, viéndo­
se al contrario á no pocos desdecirse en la votación de lo que
habian dicho al rubricar, y quedando desbuchada por ende,
aunque solo por tres sufragios, la proposición malhadada. No
podia estar mas patente la completa falta de acuerdo, ó si que­
réis mejor, de convicciones, en los bancos de la mayoría, ni yo
puedo presentar mejor prueba de lo justo de mi parangón en­
tre esta y la de las Cortes de la GUERRA DE LA. INDEPENDENCIA-
¿Qué revolucionarios eran, pues, los que acaudillaba Galiano,
cuando asi se dejaban vencer en cuestiones de antemano
ganadas?
Eran los que en España han sido siempre; los que nunca
han hecho otra cosa sino declamar y charlar, ó comprometer
tristemente con la inoportunidad de sus actos, cuando en efer
lo han perpetrado algunos, la justicia y santidad de una ca° a
- i
En cambio de esta nueva derrota, luciéronse después ¿om
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ellos solos, recibiendo con gran ceremonial al célebre ^alall«
de Asturias que habia en las Cabezas de San Juan proclamao
la Constitución; y trocando el libro de esta por el sab'e que B-
go cenia cuando tuvo lugar el alzamiento; escena que llam la
atención en la sesión de 16 de marzo. Las Corles declaiou
aquel acero propiedad nacional ó de la Patria, dejando el »u-