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la Sociedad de que era presidente y cabeza; pero demos que
^Brando de otro modo, hubiera dado participación en el poder
á los de la otra asociación rival; á los de la sociedad comunera:
¿ se habría evitado por eso la división que las consumia? Lo mas
probable en semejante hipótesi es que habría seguido la dis­
cordia ni mas ni menos que en el otro caso, con la única dife­
rencia de que si ahora causaba el rompimiento la ninguna parti­
cipación que en el nuevo ministerio se dio á los hombres de la
comunería, en el otro supuesto de que hablamos habrían estos ro­
to igualmente con sus aborrecidos contrarios por no ser ellos
los ministros únteos, siendo como era el esclusivtsmo cualidad
inherente á las dos fracciones, y tanto, que ninguna de las dos
podia, sin temer la recíproca, echárselo en cara á la otra. ¿Cómo
lir de tal atolladero, cuando con muy leves escepciones era la
ambición solamente el Dios á que rendían incienso los que
solo debian emplearse en dedicar toda su existencia á salvar la
Libertad moribunda?
San Miguel desde el primer dia se vio precisado á luchar
no ya solo con las bandas armadas que proclamaban el absolu­
tismo, con las intrigas del real alcázar, con el antagonismo
los moderados, y con los gabinetes estrangeros conjurados
contra la revolución, sino, lo que era mas terrible aun, contra la
fracción mas exagerada de sus mismos correligionarios. Si aun
ere para alguno problemática la terrible necesidad de apelar
n tal situación á las medidas de vigor estremo en que tanto
me empeño en insistir, confieso ingenuamente que no sé para
euando son los golpes de estado ó los recursos de la dictadura.
¿Se dirá que con una Constitución como la que entonces regia,
y con un ministerio elevado á nombre de esa misma Constitu­
ción recientemente salvada en las calles, no eran tales medidas