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encima. Azorados y confusos ahora en medio del reciente en­
tusiasmo que su contestación á los déspotas acababa dees-
citar en los libres, ó que al menos aspiraban á serlo,
adoptaron atropelladamente medidas de no mas consecuencia
que las á que antes habian recurrido, y esto en sazón la mas
desagradable, no ya precisamente en lo locante á la cuestión in­
ternacional, sino en lo relativo á la guerra que interiormente
nos consumía. (afa C
En efecto: esa lid que en Cataluña presentaba tan buen as­
pecto para las armas constitucionales; esa lid que sostenida
por Mina con tan favorables auspicios, no hacia mas que au­
mentar sus lauros en aquella tierra rebelde; esa lid que á tantas
victorias acababa de añadir por allá la loma del castillo de Mora
ocupado por las tropas de Manso, y en Navarra la de la Casa de
Irati por las de Espiuosa y Torrijos; esa lid en una palabra, que
con tan lisonjeros sucesos para las armas de la Libertad no podia
meóos, si proseguía así, de hacer concebir una idea sobremane­
ra favorabilísima del poder y el prestigio del gobierno ante las
naciones estrañas... esa lid ofreció súbitamente un talante de
malísimo agüero en otra parle de la monarquía, viniendo á des­
hacer el encanto de aquella importancia moral, y contribuyendo
sin duda á acabar de decidir á la Francia á poner desde luego
en la balanza de nuestras discordias civiles el peso de su es­
pada ominosa. El ex-republicano Bessieres, aquel hombre de
funesto recuerdo, de quien ya en otro lugar me he ocupado al
hablar de la exageración que tan tristemente caracterizaba á una
parle de nuestros patriotas, habia al frente de 5,000 hombres
pertenecientes al absolutismo presetándose el 5 de enero anle
la inmortal Zaragoza.... ante aquella ciudad sin segunda que
los soldados de Napoleón miraban con terror desde Torrero, y