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(lucíase á una leve hinchazón qué no le impidió al poco tiempo
caminar dos leguas á pié, y esto precisa y singularmente en el se­
gundo dia de la marcha contraía cual alegaba como obstáculo no
poder caminar en coche. Para mas convencer al Congreso de
su absoluta imposibilidad, convocó una junta de médicos, los
cuales (como era natural, tratándose de tan alto sugeto), opina­
ron en su mayoría que el viaje podría dañarle. Las Cortes, co­
locadas tristemente entre la espada y la pared, entre la dolen­
cia del rey y la enfermedad de la Patria, querían tanto ó mas
que los médicos guardar á aquel cuantas contemplaciones con­
sintiese lo á esta debido; pero conociendo el busilis de las certi­
ficaciones firmadas por tan galantes facultativos, pasáronlas el i2
de marzo á una comisión de su seno, la cual opinó el dia 13 ser
la gota moral mas que física, ó lo que venia á ser lo propio, que
los padecimientos del rey eran reales padecimientos mas que
padecimientos reales. Esto por de contado no lo dijo lo mismo
que lo espeto yo aquí; pero indicólo virtualmente en el hecho
de decir al Congreso que se enviase una diputación al Palacio
de S. M., para que éste, seguro de los medios que desde luego
se adoptarían á fin de no agravar su dolencia en un viaje que
siendo imprescindible no se realizaría sin embargo sin las posi­
bles comodidades que estuviese en lo humano disponer, seña­
lase el dia y la hora de ponerlo en ejecución antes del 18 de
marzo.
Pocas veces se vio á Fernando tan irritado contra los libe­
rales como en esta solemne ocasión, en que tan claramente le
indicaron cuánto comprendían sus maulas. Sin embargo, preciso!
fué ceder, prometiendo partiré! 17, aunque añadió que, si era
posible, se dilatase la salida al 20. Las Cortes que mientras ve­
nia la respuesta, habian decidido no separarse, quedándose en