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cadaá poco de haber estallado. Y fué que ios soldados del rey
dispersaron las primeras partidas, y el resultado de esta prime­
ra intentona fué costarle la cabeza á Sola, y á Planas y á Trillas
y á Llovet, sin querer confesarse el último, en medio de ser
tan católico como parecía indicarlo el inquisitorial estandarte
que acababa de enarbolar.
Y con esla primera victoria, otorgóse en 30 de abril un
indulto al vulgo de los comprometidos, y después se estendió á
los jefes, y entre ellos á Jep deis Estanys que nunca lo quiso
admitir. Y la razón de no admitirlo éste, fué su deseo de figu­
rar como jefe de todos los jefes en una segunda intentona. Y
esta ambición era digna de él y de la causa que acaudillaba,
porque en primer tugar era hombre que había estado en diez y
ocho cárceles, y en segundo era osado , impetuoso, bárbaro,
intoleranle, fanático, sufridor del hambre y la sed, de la fatiga,
de la intemperie, de la vigilia y de las privaciones: contraban­
dista en sus primeros tiempos, coronel en las anteriores campa­
ñas de la GUERRA DE L\ INDEPENDENCIA y del Ejército delaFé,
viejo en lo que tenia de hombre, joven en lo que tenia de
tigre, verdadero Gatilina á su modo de las bandas del absolu­
tismo, y, para juzgarse agraviado, agraciado con solos 20,000
reales de pensión que en premió de sus fechorías habíale el rey
concedido. Y el tal Jep llevó á cabo su intento, y no bien llegó
el mes de julio, púsose al frente de los apostólicos rompiendo
en sedición otra vez; y auxiliáronle énsu empresa Taulet y Vi-
lella y Saperes y Abres, ó sean (ktragol y Pijola^uY con estos
moviéronse otros varios que seria prolijo nombrar; y su caudi­
llo ó generalísimo, ó como quiera que se le llame, tomó el
título de comandante general de las divisiones realistas.
Y hete con esto en combustión completa no ya una parte