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G42 TIRIOS Y TROTANOI.
tendrá presente en sus oraciones este tu mas amante hermano,..
M. GARLOS.»
Y Fernando, víala esta epístola, contestóle por su parte el
6 de mayo con otro tierno y afectuosísimo mi muy querido her­
mano, de mi vida, Carlos mió de mi corazón; y alegrándose de
verle bueno, y agradeciéndole su buen afecto, manifestóle que
él también le quería; pero añadidle que era padre y rey, y que
sin aspirar á disuadirle de sus pretendidos derechos (1), debia
sin embargo ordenarle que se abstuviese de volver á España
por razones de alta política y por su misma tranquilidad; y así
le concedía licencia para alejarse mas del suelo patrio, dirigién­
dose desde luego á los Estados Pontificios en compañía de su
familia. Y en cuanto á la protesta, le dijo que no podia co­
municarla á ningún monarca de Europa, porque España era li­
bre é independiente en todo lo relativo á su régimen interior,
y en el asunto de sucesión nada tenia absolutamente que ver
ningún gabinete estranjero.
Y á esto dijo el infante: ¡pues ya! Eso será lo que tase un
sastre, y si él no comunica mi protesta, la he comunicado yo y
basta, y ademas he enviado una copia tanto de ella como de mi
carta á todos los obispos de España, y á sus grandes y diputa­
dos y presidentes de los Consejos (2). Y en cuanto á salir de
[i] «No quiero tampoco, decia Fernando, violentar tu conciencia, ni
puedo aspirar á disuadirte de tus pretendidos derechos, que fundándose
en una determinación de los hombres, crees que solo Dios puede derogarlos.-»
Palabras bien notables por cierto en boca de un rey absoluto, minando
como minaban por su base la no menos pretendida monarquía llamada
de derecho divino.
(2) En efecto: asi lo hizo D. Carlos para poner en convulsión el reino;
pero el gobierno de Fernando lo tenia previsto, y se apoderó de los pliegos
en el correo, impidiendo que llegasen á su destino. En lo que toca á
los enviados á los demás gabinetes de Europa, no era posible su detención,
y llegaron sin novedad, produciendo como es bien sabido la adhesión
de las Potencias del Norte, y antes que todo la del rey de Ñipóles,
á la causa del Pretendiente.