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mismo y pintiparado papel que en las célebres Corles de Cá­
diz habian hecho los absolutistas: lanío es cierto que en todi
clase de luchas no es el número el vencedor, sino solo la inte­
ligencia. Los patriotas de la exaltación no mostraron cordura
ni tino en ninguno de sus ataques á los hombres que mandaban
entonces, y de aqui sus casi constantes derrotas tanto en el
campo parlamentario, como en el que antes habian elegido de
los pronunciamientos y la fuerza. Una muestra de las mas la­
mentables de su completa falta de concierto en lo que al asun­
to concierne, fué la borrascosa sesión de la noche del 9 de
marzo, en la cual fueron residenciados Marlinez de la Rosa y
sus colegas, obligándolos el Congreso á dar cuenta del estado
de los negocios, sin embargo de haberlo hecho ya en las con­
sabidas memorias. Alli fué oir las interpelaciones en que á ma­
nera de granizada se desataron varios diputados, preguntando
Galiano al ministerio sobre la causa del 10 de marzo de 1820
en Cádiz; Saavedra sobre el asesinato del marqués de Torre-
blanca en Lucena; González Alonso sobre los sucesos de Mur­
cia; Reillo sobre los de Orihuela, y otros, en fin, sobre los de
Rarcelona y sobre otros varios asuntos , esmerándose cada cual
en inculpar al pobre gabinete hasta por cosas cuya responsabi­
lidad no podia recaer sobre él, siendo anteriores á su nombra­
miento. Contestó el ministerio con notable serenidad, y aun
con cierta sorna y gracejo, á aquella diluviada de preguntas,
desconcerlando á sus adversarios en tales lérminos, que Galia­
no se avergonzó del nada envidiable papel que á su frente re­
presentaba , y trató de corlar el debate, como en efecto lo ve­
rificó , proponiendo pasase á una comisión el acta en que cons­
taban aquellas, no sin disparar en su retirada dardos de vene­
nosa elocuencia, al modo que los partos sus armas al enemigo