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ARO 1851. G09
ron la gran cuestión de reforma), debia terminar en las Pirámi­
des... no todos esos pueblos, repilo, estaban destinados á au­
mentar el número de las naciones representativas en el nuevo
impulso hacia el bien que Francia habia dado á las ideas con su
última revolución, revolución que tan malamente han juzgado
infecunda algunos.
Y al hacer la observación anterior, no trato de referirme á
Turquía, cuyo único progreso posible consistía tal vez en ser mas
débil cuanto mas trascurriese el tiempo, sino á la Península
ilálíca, que dividida, descuartizada, si me es lícita la espresion,
no era aún llamada á regenerarse, ni entre sus diferentes go­
biernos sometidos al yugo del Austria, tenia en su Gregorio XVI,
elevado á la Tiara este año en pió solo de la causa retrógra­
da , el Pontífice que mas adelante le esperaba en su suce­
sor , en el grande y bondadoso Pío ix. Y ¡ ay! los romanos en
aquella época no derrocaron el trono de Gregorio, y ahora han
derrocado el de Pío , el del restaurador inmortal á quien mas
gratitud debian! Y al decir los romanos, digo mal; que una
cosa es el pueblo de Roma y otra la demagogia romana.
Y Dios lenga piedad de ese Pueblo en los momentos que
esto escribo, y no permita que la restauración que los ga­
binetes católicos preparan en favor de ese Pontífice , sea tris­
temente seguida de la pérdida de los derechos que á sus
subditos otorgó, ó que vuelvan las cosas al estado que en
tiempo de Gregorio lenian! ¡No permita en su inmensa bon­
dad que en castigo de nuestras culpas, tornen á divorciarse
otra vez la sagrada causa del templo y la de los progresos
humanos/
Y volviendo á nuestra Península, esta bella y desgraciada
región era de las llamadas entonces á sacudir el nefando yugo-
TOMO H. 59