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el levantamiento, se hubiera esforzado en transijir con un suce­
so que no debía considerar sino como consecuencia lógica de
la pasada opresión: si convencido, en fin, de la necesidad de
renunciar á la tiranía, hubiera manifestado con sus hechos que
la desconfianza era injusta, nuestro modo de verla cuestión se­
ría desde luego muy otro; y en vez de mirar como preferen­
te en aquellos dias la necesidad de existir en sentido revolu­
cionario, inclinaríamos la balanza en pro del elemento monár­
quico, clamando como entonces el señor Marlinez, gobierno,
gobierno y gobiernol
No era solo nuestro Don Francisco el que de esta manera
pensaba. El primer gabinete constitucional de Fernando VII,
cuya alma era Arguelles, se inclinó también á creer que la re­
volución debia considerarse concluida cuando apenas habia em­
pezado. Fuese esto generosidad hacia el rey de quien tanto habia
sufrido; fuese su intención hacerle amigo de la Constitución en­
sayando un sistema de templanza; fuese, en fin, conñanza escesi-
va en el porvenir del nuevo régimen, ello es aquel hombre cé­
lebre señaló los primeros actos de su ministerio por una ten­
dencia marcada á robustecer el poder real, disolviendo el ejér­
cito de la Isla con el cual convenía transijir, y declarándose
acérrimamente contra las sociedades patriólicas, cuyo entusias­
mo revolucionario se debia tan solo regular. La mayoría de las;
Corles, que abundaba en ideas de orden, apoyó con su voto al mi­
nistro; pero conociendo este luego que el resultado de aquella
marcha no era ni podia ser o ir o que acrecentar en Fernando
los medios de arruinar las Instituciones, y escarmentado con ios
no interrumpidos ejemplos de una trama tras otra, cuyo autor
principal no era posible desconocer, acabó por tender la mano
á aquellos liberales ardientes contra los cuales se habia decía-