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Los que en la elevación de Garay habían fundado esperan-
zade una mas conciliadora política, pudieron conocer cuan qui­
méricas habían sido sus ilusiones, viendo á Eguía y á Lozano
de Torres erijidos en siniestros adláteres del nuevo ministro de
Hacienda. Este habia sido llamado, no ya por ser liberal, sino
á pesar de ser liberal, con el solo y único fin de arbitrar los
necesarios recursos para llevar á cabo la espedicion destinada á
América, y para que sin quitar un ochavo á los ciento veinte
del pico que absorvía la Casa Real, cubriese el presupuesto cor­
riente, pagando á los famélicos empleados y particularmente al
ejército, y haciendo frente en fin á la deuda, á la inmensa y
horrible deuda que tanto abrumaba al país. Si Garay conseguía
hacer esto, así importaba á los camarilleros que fuese liberal ó
no lo fuese, como le importa al mendigo cuando atrapa un pe­
dazo de pan, que el ciudadano que se lo alarga sea hombre de
bien ó no lo sea. Si no lo conseguía, puntapié, y estaba concluida
la cosa. Entretanto, por si el discípulo de la escuela de Jove-
llanos intentaba tramar algún enredo en sentido constitucional,
ó suave y tolerante por lo menos (cosa nada de sospechar en
tan moderadísimo sen, Paco Eguía y Lozano de Torres eran
sus centinelas de vista. La Camarilla, como se vé, habia en es­
ta parte tomado todas las precauciones posibles, y asi no habia
nada que temer en materia de variaciones, ni de modificaciones
siquiera, respecto á la marcha política.
El nuevo ministro de Hacienda puso todo su empeño en
realizar las esperanzas que se habían de él concebido, y así, en
1817 salió á luz un real decreto variando el sistema tributario,
reduciéndose lo principal del cambio á refundir las antiguas ren­
tas en una sola contribución directa, que sobre ser notablemen­
te gravosa, estaba en pugna con los viejos hábitos que en lo te-