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ÍO-Í TítlfOS Y TRÓVANOS
pronto echada por tierra la empresa de los conjurados de Cádiz,
pensando todo el mando en huiro en ocultarse ala persecución
que Isturiz y Galiano y demás, con harto fundado temor,
creyeron que tenían encima.
Odonnell, sin embargo, volvió á Cádiz sin ensañarse en sus
moradores. ¿Y cómo podría hacer otro, siendo él Uno de los
primeros que á poco que se ahondase en la conjura, resultarían
comprometidos? Por otra parte estaba en su política no indisponerse
completamente con los que así acababa de vender,
porque acaso llegase un dia en que le fuera útil recordarles la
lenidad usada con ellos, pintándoles su estraña conducta como
mejor pudiera convenirle en un súbito cambio de cosas favorable
á la Libertad. El conde, pues, seguía en su sistema de
jugar siempre con dos barajas, siendo ahora tan venturoso en
hacer la partida al rey, que agradecido este al gran servicio de
que le era merecedor, concedióle muy obsequioso la Gran Cruz
de Carlos III. Este favor no obstante duró poco, porque sea que
hubiese algún soplo que le delatase al monarca, sea que el ge fe
de la Camarilla recelase de su ambigua conducta, ello es que
fué llamado á Madrid , aunque no para hacerle cargos, quitándosele
el mando de Cádiz juntamente con el de la espedicion,
siendo el conde de Calderón (uno de los caudillos por cierto
mas imbéciles para el caso) el designado para reemplazarle.
Entretanto los hombres de la Corle no sabian á que atenerse
en lo tocante á la conspiración, conociendo que existía un
misterio que encubría los hilos de la trama, y no pudiendo
dar con la clave capaz de descifrar el enigma. Humillado el
amor propio de Odonnell con su reciente destitución, pesaroso
de lo que había hecho, y temeroso por otra parte de que llegara
á descubrirse lodo si no obraba con suma cautela, puso en