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que fuese aquello, lo que sí puede asegurarse es que no habia
cometido crimen por el cual mereciese tal pena.
Y en este horrible período fué cuando también pereció en
Granada la infeliz DOÑA MARÍA PINEDA, y su delito consistió en
bordar una tela de seda verde, destinada, á lo que pareció, á
servir de estandarte ó bandera á otra insurrección liberal, si lle­
gaba á realizarse. Y esto no era todavía tan cierto que no diese
lugar á dudas, y aun cuando el bordado en cuestión tuviese
aquel objeto político, habia gran distancia entre un hecho y el
designio de perpetrarle. Y hasta entonces el axioma jurídico ha­
bia dicho que las mujeres debian en igualdad de circunstancias
ser penadas en sus estravíos con menos rigor que los hombres,
y ninguna consideración guardaron sin embargo los jueces á
aquella hembra desventurada, digna de menos funesto fin, cuan­
do no fuese por su hermosura, por su claro y despejado talento.
Y salió serena al patíbulo, y admiró su valor á los hombres; y
cubrióse de luto Granada, y no se estremecieron los verdugos
que así igualaron ante el cadalso lo mismo al sexo débil que al
fuerte, que así se cubrieron de oprobio sirviendo los caprichos
del poder con un asesinato jurídico.
Y para coronar dignamente la espantosa carnicería que tuvo
lugar este año, faltaba todavía otro horror, el de atraer con una
felonía hacia el cebo de un nuevo pronunciamiento á los que
se habian fugado, tendiéndoles así una red infame de la cual
no pudieran salir sino solo para el patíbulo. Y esta hazaña era
indigna por lo aleve del ser mas despreciable del vulgo, y to­
móla no obstante á su cargo el capitán general de Málaga, y
ese capitán general fué el monstruo González Moreno.
Y estaba entonces en Gibraltar el desventurado Torrijos, y
vista la constante desgracia que coronaba las insurrecciones,