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del fuego para solo dar en las brasas, pues si la susodicha Re­
gencia ofrecía este grave inconveniente aun á los ojos de la
restauración , no lo ofrecía menos en el mismo sentido la ma­
yoría de los cuatro nombres que figuraban en la nueva junta
titulada de España é indias, y que también se llamó de Oyar-
zun, por haberse instalado e;i este punto poco después de su
creación. Figúrese el lector que sus miembros eran Eróles,
Gómez Calderón, y Erro, y que presidia á los tres el sanguina­
rio general Eguía; y si alguna duda le queda de la suerte que
nos deparaba la francesa moderación con el nuevo y singular
nombramiento, hecho de acuerdo con las últimas instrucciones
que habia enviado Fernando, y basado en la declaración de ha­
ber las cosas de volver al ser y estado que tenían antes del 1
de Marzo de 1820, con arreglo á lo estipulado en la cláusula
tantas veces citada del tratado secreto de Verona si alguna
duda, digo, puede quedarle del triste porvenir que aguardaba á
esta desventurada nación con la modificación de que hablamos,
bastarán á desvanecerla esos nombres, los cuales, salvo el del
barón de Eróles, ya conocido en la anterior Regencia, y de un
modo harto ambiguo por cierto para inspirar confianza alguna,
eran todos de lo mas subido, no ya solo en sentido absolutista,
sino en otro peor aún, y con el cual pudiera acaso honrarse, si
de nuevo volviera á la vida, el mismo inquisidor Torquema-
da. Con semejantes antecedentes, fácil es inferir el sentido que
debe darse á estas espresiones que figuraban en la orden del
dia del cuartel general de Rayona, en la cual, fecha 3 de abril,
hablaba así Angulema á los suyos: «Vamos á restituir un rey
á su trono, á reconciliar al pueblo con su monarca, y a resta­
blecer en un pais, presa de la anarquía, el orden necesario para
la ventura y la seguridad de ambos Estados »