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or tan bello en verdad en lo que á ellos decia relación, aun­
que se considere funesto por lo tocante á la causa pública! Sus
magnánimos sentimientos no les consintieron después abrir to­
talmente los ojos, ni aun cuando los primeros desengaños de­
bian producir ese efecto, siendo preciso que S. M. se portase
del modo que lo hizo al lanzarlos del ministerio, para que
ellos, cayendo de sus sillas, cayesen de su asno también, como
suele vulgarmente decirse. Entonces conocieron lo inútil de
todos sus sacrificios, y reanudada afortunadamente la unión que
por fieles al trono no habian reparado en romper con los patrio­
tas de la exaltación, trataron de afirmar el nuevo lazo, enmen­
dando el error cometido con una fusión mas completa, y esfor­
zándose por la causa común en confundirse en uno con ellos.
Por desgracia cuando esto se hacia, otro bando mas exaltado
acababa de alzar la cabeza, mientras otro á que ya hemos alu­
dido rebullíase por su parte en sentido semi-realista ó consti­
tucional vergonzante, aguándose con esto los frutos de la por
un solo lado recien restablecida armonía. Ahora veremos á la
Libertad columpiándose entre uno y otro bando, sin saber á
cual de ellos pedir salvación ó estabilidad, cada vez mas cerca­
da de riesgos ante el poco talento demagógico y ante la cada vez
mas temible actitud de los absolutistas. Tal fué constantemen­
te el deslino de la causa constitucional en aquellos tiempos de
prueba, malhadada prosecución délas vacilaciones de Arguelles
mientras estuvo en el ministerio. Situado entre Scila y Carib-
dis el verdadero constitucionalismo, nunca pudo entonar con
mas razón el aria aquella que Metastasio pone en boca del
pobre Timante, acto I, escena IV de su bellísimo Demofoontc:
Sperai vicino al lido,
Credei calmato il vento,