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clemencia por segunda y última vez, é intimóles la rendición,
y la retirada á sus casas á las 2i horas de sabida su voluntad;
y á los que no lo verificasen, amenazóles con poner en prác­
tica el decreto que los votaba á muerte, y añadió que la me­
moria del castigo ejemplar que esperaba á los obstinados dura­
ría por mucho tiempo.
Y con esto y con las órdenes del club que habian precedi­
do á la del rey, disolviéronse todas las partidas con pasmosa
celeridad, y el ejército mandado por el conde de España y por
Monet y por el barón de Meer, y por Manso y por otros cau­
dillos, venció do quiera sin combatir, sin esperímentar resis­
tencia que pudiera llamarse tal por parle del bando rebelde. Y
parecía aquello un milagro á los que no entendían la clave de un
desbandamiento tan rápido, de una sumisión tan completa. Y
habiéndose acabado tan pronto lo que tanto podia haber durado,
todo el mundo creyó que el rey cumpliría su palabra real de
ejercer su regia clemencia, y sin embargo no sucedió así, y
dígalo sino Rafi y Vidal, el caudillo de los insurrectos en el cam­
po de Tarragona, y dígalo también su segundo Olives, colga­
dos los dos en la horca el dia 7 de noviembre, á pesar de ha­
berse acogido al indulto con 300 de los sometidos. Y el 18
del mismo mes fué ahorcado igualmente el coronel Laguardia,
jefe de los sublevados del Ebro, y con él D. Miguel Bericat,
que lo habia sido de los del Priorato, y ambos se habian tam­
bién sometido, aunque algo mas larde que otros. Y el doclor
en medicina Pallas vocal de la Junta de Manresa, se habia so­
metido igualmente, y no obstante fué ahorcado el mismo dia en
compañía de los anteriores, y lodo por la misma razón de no
haberse indultado á tiempo. Y el teniente coronel Bosch siguió
luego la misma suerte, y este habia acaudillado á los subleva-