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nido, no mostrábamos algo de seso en nuestra conducta po­
lítica.
El movimiento insurreccional de los confederados liberales
tenia su principal núcleo en la asociación comunera, y esto de­
sagradaba á su rival la primitiva sociedad masónica, temerosa del
ascendiente que llegaría á conseguir la otra si vencia el pronun­
ciamiento. Vano fué sin embargo el empeño desplegado por el
grande Oriente para contener los efectos de la insurrección an­
daluza. Su autoridad fué desatendida por los masones de Sevi­
lla y Cádiz, y el cuerpo director de la secta vióse con esto en
terrible aprieto. Era asi el movimiento en cuestión un doble ac­
to de desobediencia contra el gobierno legítimo y contra el go­
bierno vedado, y esta desavenencia á la postre debia ser funesta
al objeto que la revolución se proponía. Entretanto, ¿cuál era
este? Si atendemos á su parle ostensible, limitábase á derrocar
'a dominación moderada; pero yo creo que en realidad se aspira­
ba á algo mas que eso. Para discurrir de este modo, fundóme en
que habiéndose verificado durante el movimiento las elecciones
de diputados para el Congreso del 22, y habiendo conseguido.
e
l triunfo en ellas los liberales mas avanzados, no por eso deja­
ron las armas los que con obtener esta victoria no necesitaban
)a de la fuerza para librarse del ministerio. ¿Querían, pues, der-
ri
bar el trono, ó pasar el cetro á otras manos? Galiano, que de­
be saberlo, asegura que nadie pensaba en ninguna de las dos
c
osas; y aunque eso de nadie no es cierto en todo el rigor de
'a frase, puesto que mas de uno y mas de dos habian, según
bemos visto, soñado en un estado de cosas incompatible de to­
do punto con la institución del dosel, eran tan pocos en reali­
dad los que entre los hombres de algún valer pensaban de esa
lanera, que sus miras en ese sentido bien pueden tenerse por