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A*O 1832. 627
se en el Escorial en torno de la cuna de Isabel, en cuja
defensa se armaron y armaron á sus amigos. Y estos fueron los
primeros cristinos que osaron volver por la causa de la ino­
cencia y la debilidad, causa bien pronto robustecida con el
apoyo de varios generales y magistrados, que imitando el ejem­
plo de los nobles, ofreciéronla también sus espadas , sus vir­
tudes y su prestigio.
Y entretanto el bando apostólico hallábase abrumado bajo
el peso de su misma audacia anterior, y en medio de su asom­
bro producido por la súbita mejoría del rey, partió al fin de la
mano de éste el rayo que debia dar principio á la obra de su
anonadamiento, si no como partido faccioso, á lo menos como
poder normalmente constituido.
Y hé aquí derribado á Calomarde el dia 1.° de octubre,
y hundidos juntamente con él á sus colegas de ministerio, su­
cediendo en Gracia y Justicia primeramente D. José Cafranga,
y después D. Francisco Fernandez del Pino; en Estado Zea
Bermudez, ausente en Londresá la sazón; en Guerra D. Juan
Antonio Monet, y después D. José de la Cruz , sin por eso
caer de la gracia real el marqués de Zambrano, cuya circuns­
pecta conducta en sus últimos dias de ministerio le valió ser
agraciado ahora con la capitanía general de Castilla la Nueva;
en Marina el conde de Salazar D. Ángel Laborde y Navarro, y
en Hacienda D. Victoriano de Encima y Piedra en reemplazo
de Ballesteros, único individuo de aquel gabinete cuyo nom­
bre quedó en la historia para brillar con su propia luz, como
tantas veces se ha dicho.
Y las prendas del nuevo ministerio no eran sabidas en su
mayor parte, siendo desconocidos ó poco menos los mas de
sus individuos; pero venían á desalojar á los hombres de ter-