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Afto 1821. m
Era, pues, Feliu liberal, y si no tan probado como Argüe-
lies en el toque de la proscripción, no por eso menos com­
prometido en el sosten de la buena causa, habiendo figurado
durante el alzamiento del año 20 como uno de tantos indivi­
duos de la Junta popular de Zaragoza en unión con el ex-mi-
nistro Garay. Consideración era esta que habría sin duda in­
fluido en que las Cortes y los partidos no recibiesen mal su
nombramiento, á no haberse verificado este bajo el influjo á
todos evidente de una reacción palaciega, y á no añadirse la
circunstancia de haber sido Feliu un candidato tan afecto á los
ojos del rey, como odioso y aborrecido lo habia sido el orador
de Asturias á quien venia á sustituir. En efecto, yo no sé co­
mo se las arregló el caudillo del nuevo gabinete; pero lo cier­
to es que á pesar de la parte que habia tenido en la Junta de
Qiie arriba se habla, lo cual, como se echa de ver, no debia
contribuir sino á hacerle perder en concepto ante el hom­
bre que ocupaba el trono, dispensóle este no obstante una pre­
dilección tan notoria, que llegó como á rayar en cariño, equi­
vocándose la aceptación del afortunado ministro con una ver­
dadera privanza. Ahora bien: en el anómalo estado á que ha­
bían llegado las cosas, merecer el aprecio del rey equivalia
desgraciadamente á atraerse la animadversión de los partidos
institucionales, y tal fué desde el primer dia la suerte del po­
bre Feliu, blanco eterno en unión con sus colegas de la des­
confianza del Congreso y de todos los bandos militantes, sal-
Vo
solo el absolutista, el cual no podia ver mal lo que el rey,
* quien en todo se referia, miraba ó afectaba mirar bien. Y
digo
que miraba ó afectaba porque tratándose de Fernando VII,
n
° seré yo quien decida ahora si la complacencia en cuestión
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verdadera ó fingida, aunque pensando esto mas despacio, bien
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*o II. 16