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jarse delante de la esposa ó de los hijos, temiendo las terribles
consecuencias del consabido sonsacamiento, con todo lo demás
inherente á aquella institución endiablada.
Y este fué el gabinete moderado que debimos á Pozzo di
Borgo, y aun así, vuelvo á repetir, no estaban contentos con él
los nuevos Robespierres y Marats de la restauración fernandes-
ca. Y algo bueno debian de tener los pozzo-dí-borgenses minis­
tros , cuando aun siendo tan complacientes con los bebedores
de sangre, eran tan odiados por ellos. Y en efecto: el mar­
qués de Casa-Irujo tenia fija siempre la mira en dar otro
rumbo á las cosas, aunque de una manera imperceptible y á la
sombra de los mismos atropellos; y lo propio pensaba Ofalia,
y lo mismo Ballesteros y Cruz, ilustrada notabilidad el primero
en lo concerniente á la Hacienda, y altamente animado el se­
gundo del deseo de domeñar á los realistas armados y demás
demagógica turba del ejército de la Fé, cuya petulante so­
berbia se hacia cada vez mas temible.
Y con estas ideas in pcctore, ocurrió á principios del año la
muerte del marqués de Casa-Irujo, y fué este un terrible golpe
para la causa de la moderación absolutista, porque reemplazán­
dole Ofalia en el ministerio de Estado, dejó vacante un puesto
á la ambición en el suyo de Gracia y Justicia, y ese puesto fué
bien pronto ocupado por el servidor mas leal que tuvo la causa
apostólica, si bien siempre subordinada á la suya particular;
por el ministro mas ignorante entre todos los ministros estúpi­
dos; por el adulador mas insigne entre todos los adulado­
res; por el medio-reptil medio-hombre, célebre y sin par Ca-
lomarde.
Y hete con esta modificación paralizados desde aquel en­
tonces todos los resortes del bien, aun en el mezquino sentido
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