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mino de seis meses se acabasen de fallar las causas formadas
por opiniones políticas, hubo un breve intervalo de bonanza en
en aquella deshecha tormenta contra honras, haciendas y vidas;
pero como es bien fácil de inferir, la calma duró poco tiempo.
Entre las muchas conspiraciones que abortaban por todas partes,
hubo una en la cual figuró el comisario de guerra Richard,
y cuyos misteriosos individuos propusiéronse no solamente proclamar
la Constitución, sino enviar al rey al otro barrio, pensando
unos en asesinarle en casa de la bella Andaluza llamada
Pepa la Malagueña, adonde acompañado de Chamorro y del
ilustre duque de Alagon solia ir disfrazado por las noches, mientras
otros estaban por dar el grito y llevará cabo su obra en las
afueras de la puerta de Alcalá, donde el rey acostumbraba también
á pasear por las tardes, separándose de su comitiva
y acompañado solo de algunos guardias. Adoptada esta
última opinión, dispusiéronse los conjurados á dar cima desde
luego á la empresa; pero espantados de su magnitud dos sargentos
que estaban en inmediato contacto con el indicado Richard,
ó halagados tal vez con la idea del beneficio que les resultarla
de descubrir la conspiración, delataron al comisario de
guerra y á los demás compañeros que conocían, reduciendo á
aquel á prisión cuando confiado en su fé ibales á avisar que se
salvasen, por haberse descubierto la trama. Estaba esta tan bien
urdida, que el gobierno no pudo averiguar los nombres de los
demás culpables, salvo el del cirujano Gutiérrez; pero era necesario
un escarmiento aunque fuese ahorcando inocentes, y
asi en efecto se verificó, saliendo varios de ellos al patíbulo (1)
sin otra razón que el despecho producido por la imposibilidad
(1) Entre ellos D. Vicente Plaza, sargento mayor del regimiento de
Húsares, y el ex-fraile Fray José, guerrillero en la ¿poca de 1808 a 1814.