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oo á cada ministro 60,000 reales de renta. Esto no quitaba
que muchos se alegrasen interiormente de ver la costalada de
Arguelles y demás compañeros suyos; pero así como en los mo­
derados venció á todas las demás consideraciones el deseo de
impedir con su censura que Fernando se saliese otra vez del
sendero constitucional, así prevaleció en los exaltados el de
humillar á quien de tantos modos falseaba las instituciones, re­
sultando de aqui unirse todos sin distinción de matices políti­
cos para dar al rey en cabeza. Con este solo y esclusivo obje­
to, obligóse por los mismos dias al ministerio destituido á pre­
sentarse ante la Asamblea para dar razón de las causas que ha­
bian motivado su caida, y revelar de paso lo que supiesen en
materia de conspiraciones, con especialidad si el palacio apare­
cía enredado en ellas. Eludieron la cuestión hábilmente tanto
Arguelles como sus colegas; y muy particularmente aquel, pu­
driéndose en el pecho mil cosas que á ley de ministro leal y
de honrado y cumplido caballero no podia ni debia decir; y
sin mas resultado ulterior, dióse punto al nuevo incidente, con
no poco placer de las gentes sensatas, temerosas de que resul­
tasen nuevos conflictos y complicaciones de llevarse al último
estremo la malhadada comparecencia.
Tal fué el tragi-cómico fin del primer ministerio constitu­
cional en la época del 20 al 23. Por lo que de él llevo referi­
do, convendrán fácilmente los lectores en que pudo ser mas es­
perto de lo que por desgracia lo fué, y en que Arguelles, que
er
a su alma, sobresalía mas como orador que como hombre de
Estado; pero como quiera que sea, no deja de ser escusa á sus
yerros lo difícil de las circunstancias, aunque muchos pudie­
ron evitarse obrando con mas decisión, ya en obsequio del orden
' e
gal, ya en sentido revolucionario. Bajo el primer puuto de-