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ña! Y entretanto falláronle los bríos, parte agotados por el
mismo esfuerzo que para romper las esposas acababa de des­
plegar, parte debilitados á su despecho por la sangre que de su
cuerpo corría, herido por cien puntas á un tiempo. Y entonces
asaltó á los realistas el temor que los judíos tuvieron cuando
llevando á Cristo al Calvario, llamaron al Cirineo en su ayuda
para 'impedir que se les muriese antes de llegar al; suplicio. Y
con esto dejaron de herirle, y aun así no le podian sujetar, y
costóles inmenso esfuerzo colgarle á la postre en la horca, au­
xiliando para ello al verdugo. Y tal fué el fin del EMPECINADO,
gloria de la española nación, y uno de los nombres primeros
que figurarán en su historia para no ser pronunciados nunca
sino con religiosa admiración, con pavor saniamente patriótico,
con inacabable respeto.
Y esto sucedió, como digo, á los quince dias cabales de
abolidas las comisiones; y ved de qué servia á los reos conse­
guir que sus causas pasasen á la jurisdicción ordinaria, si los
jueces que habian de sentenciarlas podian cometer todavía ase­
sinatos tan espantosos como el que cometió Fuentenebro.
Y sin embargo de ser así, no pudo el apostólico bando su­
frir que á la caída de Aymerieh sucediese la de aquellos cuer­
pos; y no bien tuvo lugar esto último, agitáronse los conciliá­
bulos del Ángel eslerminador, y tratóse solemnemente en ellos
de levantar pendón contra el rey, por consentir verse rodeado
de gente menos patibularia. Y lo mismo que se pensó, llevóse
á cabo inmediatamente, y ya el dia 15 de agosto estaba ondeando
Bessieres el estandarte del alzamiento. Y Bessieres decia á las
gentes en los pueblos que recorría, que el ministerio era masou,
y masones con él todos los hombres que pensaban con cierta
templanza; y añadió que era preciso derribarlos, y para con-