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hk TIRIOS Y TROYAHOS.
mo la de un descendiente suyo, que no por convicción suya, si­
no por frió cálculo, arma el brazo del gigante de la supers­
tición, y le inciensa con sus propias manos.»
He transcrito muy de propósito los párrafos que van entre
comas, tanto para dar una idea del carácter de nuestro adorado
monarca y del gobierno de aquella época ateniéndome á lo que
arroja de sí una obra tan autorizada como lo es la Historia á
que me refiero, digna de la pluma de Tácito en no pequeña
porción de pasages, como para evitar que los que ahora preten­
den tapiarnos la boca mas de lo que ya la tenemos, puedan re­
convenirme por ciertas especies publicadas con anterioridad á la
aparición de mi libro. Esta clase de precauciones son, como co­
noce el lector, muy necesarias para los autores en la época en
que escribimos, y mas con la flamante ley de imprenta que el
ilustrado gobierno que nos rije acaba de presentar á las Cortes.
Por lo que pueda ocurrir, usaré del mismo espediente siempre
que lo crea oportuno en lo que posteriormente escriba. A ser
otro el tiempo en que estamos, cosas os podría decir que ahora
tengo que pudrirme en el cuerpo. ¡Cómo ha de ser! Os conten­
tareis con lo que me dejen hablar, ¿y quién puede en justicia
prohibirme que diga yo de Fernando VII lo que en mil diferen­
tes escritos que corren por ahi sin oposición de ninguna especie,
se halla ya consignado y publicado con todas las licencias nece­
sarias, para servirme de esta antigua frase, ya que tanto empe­
ño se pone en que la pobre prensa española vuelva con diferen­
cia muy leve al mismo ser y estado que tenia en 1814, ó lo que
es peor todavía, en abril de 815?
Después de la vuelta del rey, habia quedado la facultad de
espresar las ideas por medio de las letras de molde, oprimida en
los términos que pueden naturalmente inferirse de lo que hasta