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Mientras eslo sucedía en España, habíase consumado en
América la revolución colonial con la pérdida de todas núes*
tras posesiones, las cuales continuaban erijidas en repúblicas,
salvo Méjico que, por una humorada tan en contradicción con
su posición especial, como lo es con las viejas costumbres del
gastado continente europeo la de los que hoy (31 de Marzo
de 1849) lo quieren democrático puro en toda la estension
de la frase, se había convertido en Imperio, proclamando
por gefe al ambicioso y nunca bien ponderado Itúrbide. Asi'
la nación española, en cuyos dominios no se ponía el sol
en otros tiempos, veíalos reducidos ahora poco menos que
á la sola Península, quedándole por único recuerdo de su
prepotencia pasada una parte de las Antillas en el un estremo
del mundo , y en el otro las Filipinas, con el consabido cortejo
de las Canarias y las Baleares. Entretanto en el suelo
francés acababan de cerrarse las Cámaras con las peores disposiciones
por parte de aquel gabinete y de la mayoría retrógrada
en lo locante á nuestra Libertad, susurrándose por todas
parles el próximo Congreso de Verona, para el cual estaban ya
citadas las Potencias absolutistas, y á que también debia asistir
la Francia constitucional, siendo vana la oposición con que
el- elocuente Manuel, el ilustre general Foy y el célebre Benjamín
Constant se esforzaban en apartar á su gobierno de la
intervención proyectada. En tan triste estado de cosas, nada
hubiera perdido el nuestro en tratar de conjurar la tormenta
por todos los medios posibles, enviando sus plenipotenciarios
al lugar de la reunión; pero ó no lo creyeron decoroso, ó descansaron
mas de lo justo en la santidad de su causa, dando
así la segunda edición de la confianza de niños con que en 1814
se habian echado á dormir los hombres de las Cortes de Cádiz,