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por la aproximación de Molitor, retirándose al reino de Murcia,
cuyos fuertes de la costa guarneció, y pasando después á Gra­
nada, solamente para capitular con el insolente estranjero.
La deserción de nuestros soldados daba aliento á los invasores,
los cuales el 28 de mayo estaban ya dentro de Madrid, sin que
el conde de La Bisbal hubiera soñado en tentar el mas leve
hecho de armas en Guadarrama y en Somosierra. ¿Y cómo, si
antes que esto sucediese, se habia convenido con Montijo en dar
al traste con la buena causa, á protesto de una reforma en que
ninguno de ellos creía? Solo Zayas en aquellos momentos prestó
servicios á la capital, teniendo en respeto á Bessieres, en tanto
que el marqués de Castelldosrius, sucesor del hipócrita conde,
salvaba el resto de la guarnición dirigiéndose á Estremadura, si
bien para ser luego batido por Bourmont en los llanos de Tala-
vera, tras lo cual consiguió introducirse, no sin penas y mer­
mada su gente por la derrota y la deserción, en el paraíso an­
daluz. En tanto el arrogante Bordesoulle ocupaba á su placer la
Mancha; y mientras Bourk se enseñoreaba de la parle mejor
de León para invadir á Asturias y Galicia, Morillo destinado á
defenderlas entraba en cuentas consigo mismo para capitular
con sus contrarios, y Plasencia era batido en el paso de Des-
peñaperros, quedando á los franceses franca y libre la invasión
de las Andalucías.
Las Cortes por su parle habían vuelto á abrir sus sesiones en
el sevillano recinto, verificándolo el 23 de abril, según lo anterior­
mente dispuesto. Su presidente Gómez Calderón pronunció en
tal sazón un discurso, reducido á pintar el entusiasmo, de que
en otro lugar se ha hablado ya, con que las poblaciones de trán­
sito habian testificado á la Asamblea, durante la marcha reciente,
su adhesión á la buena causa. Las palabras del presidente con-