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con ella para desarraigar de su suelo el árbol aparentemente
frondoso de su reconquistada Libertad, la prudencia exigia dar
largas á toda especie de rompimiento. Diéronlas, pues, la Ru­
sia, el Austria y Prusia, y diólas igualmente la Francia, y
así hubieran estado sin duda por bastante espacio de tiempo
con solo saber manejarnos nada mas que medianamente, cuando
prendiendo en Portugal y en Ñapóles una chispa al acaso des­
prendida de la llama que ardía por acá , alarmáronse de nuevo
los reyes y tomaron otro rumbo las cosas. Con efecto: mien­
tras nuestros ministros ponían sus cinco sentidos en ver como
se deshacían del ejército libertador, según en su lugar va nar­
rado, los liberales de las Dos-Sicilias dedicábanse por su par­
te á imitar la conducta de Riego , apellidando Constitución
para su oprimido pais; que oprimido estaba y no poco bajo el
cetro de otro Fernando nominado el IV ó I: rey parecido
al nuestro bastante, y así como de dos denominaciones, de
doble y siniestra conducta, y tanto, que debiendo una par­
te de sus estados al apoyo de la Inglaterra y á haberse
hecho constitucional en 1812 mientras Mural dominaba á Ña­
póles, volvió á hacerse monarca absoluto, cuando al ser fu­
silado este, quedó vacante el trono usurpado para fun­
dirse en el de Sicilia. Vencedora la insurrección en el suelo
napolitano, hubo de resignarse su monarca á aceptar nuestra
Constitución de 1812, que fué h proclamada por sus subdi­
tos, como en efecto lo verificó, jurándola en el seno del parla­
mento el dia 1.° de octubre de 1820. Mientras ocurria esto
allí , nuestros vecinos los lusitanos alzaban por su parte en Opor-
l
o la bandera constitucional, proclamando igualmente nues­
tro Código, aunque solo provisionalmente, y haciéndolo triunfar
a
la postre dentro de las murallas de Lisboa, gobernada como