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seguros de evitar el estravío, pero incapaces al mismo tiempo
de ilustrarse con grandes bellezas.
No fueron solamente los versos los que llamaron la atención
del señor Martínez de la Rosa en los primeros años de su
vida. Cuando principió la filosofía, aficionóse á ella con pa­
sión; y cuando empezó el derecho, á los tratados de legisla­
ción tanto civil, como natural y política, compartiendo él sus
tareas en el estudio de unas ciencias tan íntimamente enlaza­
das, y que no son sino ramas de un mismo tronco. Esa depen­
dencia y conexión en los conocimientos que el joven granadi­
no adquiría acabaron de formar su mente de un modo regular
y metódico, haciéndole sobremanera á propósito para todo lo que
exijo filiación y orden en las ideas, y exactitud y lógica en el
raciocinio. La poesía por su parte, sino podia ofrecernos en él
un vate de primera línea, debia por lo menos familiarizar su
imaginación con el gusto, con la amenidad y el halago, y uni­
das en él estas dotes á las otras que podrían llamarse de jui­
cio y de rigorismo mental, su cabeza habia de ganar necesa­
riamente con e! apacible equilibrio de esas facultades distin­
tas, dando por resultado un escritor correcto, elocuente y
ameno, si Martínez se dedicaba á escribir, ó un orador distin­
guido y que pudiera honrar á la nación en cierta línea, si su
Profesión ó sus circunstancias le llevaban á perorar. Sus dispo­
siciones respecto á esto último, dejando aparte las intelectuales
y morales, eran sobremanera felices. Noble ademan, fisonomía
simpática, facilidad en el decir, agradable metal de voz: tales
can las dotes esternas que ya en su juventud le distínguian, y
de las cuales habia comenzado á hacer uso en sentido oratorio,
ciando al finalizarla carrera dederecho, tomó á su cargo el des­
empeño de una cátedra de moral en la universidad de Granada.