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culcacioD, y allá el gabinete francés que, aun riñéndole y desti­
tuyéndole y haciéndole salir de Madrid, tenia la poca aprensión
de consentir que se conculcasen. Y lo último del decreto era lo
mas bonito del mundo, como que se encargaba á los obispos
que exhortasen y contribuyesen ó la timón de los españoles
por todos los medios posibles. Y para hacer mas completa la
chunga, seguia una proclama del rey en la cual proponia á los
españoles su ejemplo en materia de perdonar es t ra vi os y resen­
timientos y agravios, sin mas escepciones (¿qué tal?) que las
pocas indicadas arriba.
Y, analizado este papelucho, protesto que de ahora en ade­
lante no volveré á arrostrar igual tarea en obsequio de ningún
otro de los que aquellos dias salieron, pues, ni lo consiente el
espacio, ni esta cuarta y desastrosa jornada puede con justicia
exigir sino un rápido y breve capítulo.
Y concluyendo lo que dice relación al año 24 en que esta­
mos, digo que publicada la amnistía, mandó Galomarde formar
las listas de los esceptuados y henchir los calabozos con ellos,
y así en efecto se verificó, calificándose á los anatematizados
orno mas convenia al despotismo y á los autores del libro verde,
y doblándose así las cadenas en lugar de disminuirlas. Y en
consecuencia de esta disposición, fueron condenados á muerte
y ejecutados en la capital cuatro individuos á quienes se probó
habérseles visto en el grupo que se habia dirigido á la cárcel en
que fué asesinado Vinuesa, bien que no resultase probado que hu­
biesen sido sus asesinos. Y en la capital de Galicia hubo también
seis ejecuciones por los asesinatos cometidos en los presos de la
Goruña, y solo Dios y los ejecutados saben si fueron todas me­
recidas. Y ademas de esos seis ahorcados, hubo tres que acu­
sados de lo mismo y sentenciados á la espiado n , prefirieron