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280 limos y THOYANOS.
el gefe político Moreda al frente de un piquete de caballería,
le encontró en medio del camino rodeado de su estado mayor,
y leyéndole el real decreto de que era portador, manifestóle que
estaba destituido, y que así, en vez de ir á Zaragoza, debia*
volver el pié atrás, dirigiéndose á otro punto cualquiera, á Lé­
rida por ejemplo, que era el destierro , ó dicho de otro modo,
el cuartel que se le señalaba en la orden que le desposeia.
—¡Ira de Dios! esclamó entonces Riego: ¿así, de una mane­
ra tan brusca, con tan poco miramiento á mi rango, sin darme
tiempo para apearme, aquí, en medio de la via pública, salicn-
dome al encuentro en son de guerra y cual si fuera yo un sal­
teador, se me comunica esa orden?
La queja estaba puesta en razón, como el lector reconoce­
rá , y así nada tendría de eslraño fuese cierto lo que de Riego
se dice, á saber, que en un rapto de cólera, hizo ademan de
empuñar la espada para caer sobre el destacamento; pero el
oficial le* advirtió el peligro de la resistencia, tomadas como
estaban por Moreda una buena porción de precauciones, pren­
diendo al francés Montarlot y revelando su plan al público,
á lo cual habia añadido poner sobre las armas las tropas y la
milicia de la capital, y asegurarse de sus disposiciones. Cedió
etflonces el general mal su grado, y temeroso de comprome­
terse mas de lo que por ventura lo estaba si llevaba su empeño
adelante, obedeció la orden y partió para el destierro que se
le prevenía. Otros dicen que no hubo en él tal designio de re­
sistir; pero como quiera que fuese, lo no dudoso "es que
se fué irritado, y que esa justa y noble irritación halló eco
bien pronto en Madrid y en otras poblaciones de España, in­
dignando lo impropio del trato que el gobierno habia usado con
él no ya solo á sus partidarios, sino hasta á los que sin ser