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Malas muestras, como se vé, daba el segundo ministerio de
orden en lo tocante á llenar su puesto con la dignidad consi­
guiente; pero no las dieron mejores los mal llamados revolu­
cionarios, que tanto en el café de la Fontana, cuyas sesiones se­
guían abiertas desde los sucesos de octubre, como en el seno
mismo de las Cortes , cuya cooperación contra los asesinos pi­
dió el gobierno al dia siguiente, osaron dar el nombre de pa­
triotas & los descargadores del martillo, tales como Golfín, Ro­
mero Alpuente, Moreno Guerra y algunos otros. A pesar de
tan mal ejemplo, y no obstante la profunda aversión con que
era el ministerio mirado , pudo mas la voz elocuente con que
Toreno y Martínez de la Rosa anatematizaron el crimen; y el
Congreso acordó su cooperación á los ministros que la solici­
taban, manifestando al trono el dolor de que con tan horri­
ble motivo se hallaba tristemente afectado. ¿Quién al ver tal
acuerdo en este punto entre la Corona y las Cortes, no habia
de creer que el castigo vendría á caer como el rayo sobre la
frente de los perpetradores? Nada de esto sucedió sin embargo.
El gobierno se contenió con añadir á la destitución de los dos
funcionarios ya dichos, la propuesta á S. M. de adoptar la mis­
ma medida contra el ministro de la Gobernación tachado como
aquellos de apático, y Valdemoro abandonó su puesto, reunién-
dolo al suyo Feliu, cual si el que no llenaba uno solo, pudiera
juntamente con dos. Tú que no puedes, llévame á cuestas, dice
Iglesias en una letrilla. La gefatura política de Madrid fué con­
ferida primeramente al alcalde constitucional Saenzde Baranda,
y luego al general Copons, y el mando militará Morillo, re-
c,
en venido á la Corte después de haber firmado en América
un amnisticio con Simón Bolívar, el gefe mas osado y de mas
ebispa entre todos los insurgentes , ante cuyo fortuna y pericia
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