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competencia con los demás extranjeros, y esa pérdida quedé
sancionada por un tratado que celebró Fernando con el mo­
narca de las Dos Sioilias. Así, todo lo que era español estaba
donde quiera de baja. La deuda que el gobierno francés debia
satisfacer á España, quedó en cambio arreglada tarde y mal.
Del pago nada hay que decir, porque fué consiguiente al ar­
reglo. Por lo demás, alguna que otra vez hubo este año cierta
tendencia á conciliarias cosas españolas de la mejor manera
posible. A los afrancesados, por ejemplo, ya hemos visto cuan
mal se les trataba: ahora los secuaces del intruso podían ya
volver á su Patria, con tal que no hubiesen servido á aquel co­
mo ministros ó consejeros, ó teniendo algún cargo diplomáti­
co, ó siendo alguna cosa en el ejército de capitán para arriba,
ó desempeñado destinos en prefecturas, subprefecturas y jun­
tas criminales francesas, ó teniéndolos en la policía , ó siendo
personas de título, ó prelados de cualquiera iglesia, ó indivi­
duos condecorados con alguna dignidad eclesiástica. Es decir,
que esceptuando á casi todos los que entre ellos valían algo, los
demás podían volver sin ninguna dificultad, dando así princi­
pio á la era de tolerancia y reconciliación que entre los hijos
de una misma Patria demanda una buena política pasados los
momentos de riesgo. Todas estas disposiciones fueron antes de
la modificación ministerial que vá ultímamete relatada. Las que
le siguieron después, no merecen la atención de la historia. El
plan dé estudios que rejia entonces era á la verdad bien retro-:
grado atendidas las luces de la época; pero al fin pertenecía á
este siglo por haberse formado en él, aunque fuese mas á pro­
posito para educar colonias africanas, que para ilustrar españo­
les, fil gobierno de Fernando VII quiso otro plan de estudios
mejor, y en vez de reformar el existente en sentido mas favo-