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334 TIMOS Y TIlüYANOS.
sa, contribuyendo Tirios y Troyanos á la infelicidad del éxito,
si bien en diversos sentidos. La tiranía mientras tanto trabaja­
ba en restablecerse, y trabajaba por su propia cuenta. Los sín­
tomas de contrarevolucion comenzaron á ser ya alarmantes
en 1821, y se insinuaron bien claros tanto dentro de España
como fuera. A las bien sabidas intrigas que tenían su origen en
palacio, añadiéronse brevemente los primeros anuncios de la
guerra civil con las partidas armadas de nuestros vendeanos. La
caida del sistema constitucional en Ñapóles, no era fausto pre­
sagio tampoco en lo concerniente á la suerte que á nosotros
nos podia caber, si la conservación de nuestras Instituciones
pendía de naciones estrañas.
La irritación de los liberales estalló en motines sin fruto.
Martínez de la Rosa alzó con enerjía su voz contra los alboro­
tadores de Andalucía, y el conde de Toreno su amigo hizo por
su parte otro tanto. Al salir del Palacio del Congreso, fueron
perseguidos los dos por una muchedumbre rabiosa, debiendo
uno y otro su salvación á la vijilancia de las autoridades y á su
misma presencia de ánimo. La popularidad del diputado grana­
dino habia caido por tierra. Llamado pastelero por apodo, y
acusado de tramar la ruina, ó la modificación por lo menos, de
una Constitución que no amaba, no estrañamos un cambio tan
triste en el modo de ver de las gentes; estrañamos, sí, que hu­
biese hombres, que apellidándose liberales, creyeran salvar la Li­
bertad con el asesinato del señor Martinez y el de su compañe­
ro en ideas, ahogando en sus gargantas la voz que acorde con
sus sentimientos y como diputados déla nación, tenian derecho
á emitir.
Tal era la violencia de las pasiones en los últimos meses
de 1821; violencia que, como todos los arrebatos, necesitaba á