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guel Lopefc Baños, el segundo comandante del batallón de Se­
villa Don Antonio Muñiz, y el inmortal DON RAFAEL DEL
RIEGO, comandante del batallón de Asturias, tan justamente cé­
lebre en la historia por el papel que desde aquella época fué
llamado á desempeñar, como digno de patriótica lástima por el
trájico fin con que espió la alta nombradla que tuvo, las virtu­
des que le adornaron y los errores á que le condujo su puro y
fervoroso civismo.
Era Riego natural de Tuna, pueblo del principado de As­
turias, en el cual habia nacido en 1785. La educación que le
dio su padre Don Eugenio Antonio, director de correos en
Oviedo, fué délas mas esmeradas, y tanto que muy pocos en
su tiempo consiguieron recibirla mejor, aun perteneciendo á las
clases mas elevadas de la sociedad. Admitido como guardia de
corps en el palacio de nuestros reyes, defendió en el motin de
Aranjuez la amenazada vida de Godoy, desplegando en obse­
quio del valido un valor harto mal empleado, puesto que el gran
duque de Berg le redujo después á prisión con varios de sus
compañeros, como culpable de haber tomado parte en aquel
borrascoso movimiento de la plebe insurreccionada. Recobrada
su libertad, reunióse con su hermano el canónigo Don Miguel
para empuñar las armas de la Patria contra las huestes de Ñapo*
Eleon. Siendo teniente de infantería en el regimiento de Asturias,
ofreció generosamente su caballo al general Acevedo caido en
una emboscada después de la batalla de Espinosa, y á trueque
de salvar á aquel gefe, se espuso á perderse á sí propio. Ha­
biéndole cabido la suerte de caer prisionero y la de ser condu­
cido á Francia, el plazo que pasó en el cautiverio no fué un
tiempo perdido para él, antes lo aprovechó cuanto pudo entre­
gándose ardientemente al estudio del arte militar, juntamente