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AÑO 1822. 3W
las tremendas sesiones de que mas arriba se ha hablado, redu­
ciéndose todos ellos á discutir las bases de la hacienda cada
vez mas empobrecida, la distribución del medio diezmo y los
presupuestos, siendo solo notable su entusiasmo cuando en los
primeros dias de abril declararon por unanimidad marcha na­
cional y de ordenanza el patriótico himno de Riego. Hubo, es
verdad, alguna que otra gresca entre exaltados y moderados,
tal por ejemplo como la ocasionada por haberse perdido el
ejemplar del código criminal decretado por la diputación ante­
rior , y que ahora debia elevarse á la sanción de S. M.; pero es­
to por una parte no trascendió mucho que digamos, como tra­
tado en sesión secreta, y por otra se halló el documento cuya
pérdida motivaba el alboroto, y con esto volvió la tranquilidad á los
turbados bancos del Congreso. En esto llegó á los oidos de la
Representación nacional la noticia del incremento que empe­
zaban á tomar las facciones, sobre todo en el Principado, y
Martínez de la Rosa y sus colegas quedaron nuevamente suje­
tos á segunda residencia y preguntas. Contestaron los señores
ministros con la arrogancia propia de hombres que habian po­
co antes vencido á sus molestos interpelantes, y como quiera
que el rebelde Alisas fuese entonces el principal objeto de la
alarma general que reinaba, opusieron á tan justos temores los
mentirosos partes oíiciales que exageraban nuestras victorias,
añadiendo Moscoso que el tal Misas indicaba bastante con su
mote ser su alzamiento misa de difuntos, á lo menos á aquella
bora. Recibióse este juego de voz de un modo parecido al en
que mas adelante se recibió el un faccioso mas pronunciado en
ocasión semejante por el señor Marlinez de la Rosa;y cierto que
no era para chistes la situación de las cosas públicas, como lue­
go lo mostró la esperiencia. Amoscóse, pues, la Asamblea, y