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mas particular de aquel caso, fué que á pesar de la invitación
negóse la tal sociedad á tomar parte en el alboroto, siendo al
su ojeriza á los ministros, que no quiso servirles de instrumen­
to ni aun en pro de la causa común, siguiendo en esta parte el
dictamen que movidos por diverso interés espresaron Galiano y
Regato. No tuvo, pues, lugar el tumulto; pero se hizo correr
por Palacio el rumor de que iba á estallar, y aun se añadió
que habia ya estallado. ¿Quehacer el rey entonces? Tener mie­
do, y dar su sanción á la ley; y lo tuvo en efecto y la dio,
siendo esto el 25 de octubre , ó sea once dias después del me­
morable y señalado triunfo alcanzado por el ministerio sobre
las sociedades patrióticas.
En la perpetración del esceso á que acabo de referime, no
falta quien vindique á los ministros de toda nota de culpabili­
dad en cuanto á haber tomado parte en él; pero sobre ser lo
que be dicho la opinión mas generalizada, y sobre no parecer
probable la inocencia que se les supone en dias en que tanto
se agitó la pandilla ministerial, aun los mismos que los vindi­
can añaden que si no nació de ellos la idea del alboroto, deja­
ron que otros la concibiesen , sin desplegar el celo que debian
para tranquilizar al monarca. Resulta, pues, que aun cuando no
pecasen como autores de la tramoya, fueron al menos sus con­
sentidores para convertirla en su pro; y facientes el cometien­
tes.... al buen entendedor, pocas palabras. Por lo demás, aun
ese mismo esceso llegaría á merecer indulgencia , si se hubie­
ra con él puesto fin á la ambigua marcha emprendida; pero
aunque corregida algún tanto, siguió siempre parecida en el
fondo, es decir, indecisa y poco franca. Por lo que loca al
rey, abandonó la Corle al poco rato de haber sancionado el
decreto, dirigiéndose al Escorial á donde tenia pensado ir an-