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El infierno de Gabriel_1

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—Te he prometido que te lo <strong>de</strong>jaría probar —dijo <strong>Gabriel</strong>,<br />

acercándose a ella y levantando la copa a la altura <strong>de</strong> sus labios.<br />

—No —replicó Julia <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñosa, volviendo la cara.<br />

—Insisto. —La voz <strong>de</strong> él se había endurecido.<br />

<strong>El</strong>la suspiró y trató <strong>de</strong> coger la copa, pero <strong>Gabriel</strong> no la soltó.<br />

—Deja que te lo dé yo —susurró con voz ronca.<br />

Una voz que sonaba a sexo. O, al menos, como Julia se<br />

imaginaba que sonaría el sexo <strong>de</strong> estar éste sentado en un banco<br />

blanco, con los ojos azules brillantes, mandíbula arrogante y tratando<br />

<strong>de</strong> acercarle un vaso helado a la boca.<br />

«Oh, Dios mío, <strong>Gabriel</strong>. Oh, Dios mío, <strong>Gabriel</strong>. Oh, Dios mío,<br />

<strong>Gabriel</strong>. Oh... Dios... mío... <strong>Gabriel</strong>.»<br />

—Puedo hacerlo sola —murmuró, insegura.<br />

—Por supuesto. Pero ¿por qué hacerlo sola si estoy yo aquí<br />

para dártelo? —insistió él con una sonrisa que <strong>de</strong>jó al <strong>de</strong>scubierto sus<br />

dientes perfectos.<br />

Julia no quería tirar su caro whisky escocés al suelo por<br />

acci<strong>de</strong>nte, así que <strong>de</strong>jó que apoyara la copa en su labio inferior. Los<br />

movimientos <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> eran lentos y sensuales y ella cerró los ojos y<br />

se concentró en la sensación <strong>de</strong> frío que le transmitía el cristal. <strong>Gabriel</strong><br />

levantó la copa con <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za hasta que el líquido ahumado penetró<br />

en sus labios y se <strong>de</strong>rramó en su boca abierta, expectante.<br />

Qué extraño que se estuviera comportando <strong>de</strong> un modo tan<br />

atrevido y sensual, pensó Julia. Pero en cuanto el whisky le alcanzó la<br />

lengua, abrasándole la boca, se olvidó <strong>de</strong> todo lo <strong>de</strong>más y tragó<br />

rápidamente.<br />

—¡Es horrible! —exclamó—. ¡Es como beberse una hoguera!<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás y la contempló. Estaba sofocada y<br />

muy animada.<br />

—Es por la turba. No es algo que guste la primera vez que se<br />

prueba. Cuando lo hayas probado dos o tres veces, pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>cidir si<br />

quieres seguir insistiendo hasta que te guste —replicó él con una<br />

sonrisa irónica.<br />

Julia negó con la cabeza y tosió.<br />

—Lo dudo mucho. Y, por cierto, no soy una niña pequeña y sé<br />

cuidarme sola. Así que, a menos que te pida ayuda, te agra<strong>de</strong>cería<br />

que me <strong>de</strong>jaras ocuparme a mí <strong>de</strong> mis asuntos.<br />

—Tonterías. —<strong>Gabriel</strong> señaló hacia la pista <strong>de</strong> baile—. Gren<strong>de</strong>l<br />

y sus parientes te <strong>de</strong>vorarían si les diera la menor oportunidad, así que<br />

no te molestes en discutir conmigo.

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