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El infierno de Gabriel_1

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—Por favor —le dijo con una sonrisa—, siéntate en mi regazo. O<br />

en la otomana. O en el sofá.<br />

A Julia no le importaba en absoluto sentarse en el suelo frente al<br />

fuego, pero a él parecía molestarle y no valía la pena discutir por algo<br />

así. Se <strong>de</strong>cantó por la otomana y tomó asiento, contemplando las<br />

llamas azules y naranja. En su mente ya no era <strong>El</strong> Profesor; sino<br />

<strong>Gabriel</strong>, su profesor, su amado.<br />

Él cambio <strong>de</strong> postura, preguntándose por qué Julia se habría<br />

sentado tan lejos.<br />

«Porque ahora sabe lo que eres y te tiene miedo.»<br />

—¿Por qué no te gusta verme <strong>de</strong> rodillas? —preguntó ella<br />

finalmente, rompiendo el silencio.<br />

—Tal vez <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la charla que hemos tenido antes, puedas<br />

adivinar la razón. Una razón que cobra más peso si tienes en cuenta lo<br />

que me contaste en tu apartamento. —Hizo una breve pausa—. Eres<br />

<strong>de</strong>masiado humil<strong>de</strong> y la gente se aprovecha <strong>de</strong> tu dulzura y<br />

amabilidad.<br />

—Los estudiantes universitarios no lo tienen fácil. Tienen que<br />

ganárselo todo con esfuerzo.<br />

—Ser una estudiante no tiene nada que ver con esto.<br />

—Tú siempre serás el profesor brillante y yo siempre seré tu<br />

alumna —dijo ella en voz baja.<br />

—Te olvidas <strong>de</strong> que te conocí antes <strong>de</strong> que fueras mi alumna. Y<br />

no serás estudiante eternamente. Estaré sentado en primera fila<br />

cuando <strong>de</strong>s tu primera conferencia. Y respecto a tus prejuicios contra<br />

los profesores, sólo puedo <strong>de</strong>cir: «Si nos pincháis, ¿no sangramos?».<br />

—«Y si nos atacáis, ¿no tenemos <strong>de</strong>recho a vengarnos?»<br />

—replicó ella, siguiendo con el monólogo <strong>de</strong> <strong>El</strong> Merca<strong>de</strong>r <strong>de</strong> Venecia.<br />

<strong>Gabriel</strong> se echó hacia atrás en la butaca y la miró complacido.<br />

—¿Quién es ahora la maestra, profesora Mitchell? Yo sólo te<br />

supero en edad y en experiencia.<br />

—La edad no lo vuelve a uno sabio necesariamente.<br />

—Por supuesto que no. Y aunque tú eres joven, eres trabajadora<br />

y estás comenzando lo que promete ser una larga y brillante carrera.<br />

Tal vez no he <strong>de</strong>jado lo bastante claro lo mucho que te admiro.<br />

Julia no dijo nada y mantuvo la vista clavada en las llamas.<br />

<strong>Gabriel</strong> se aclaró la garganta.<br />

—Ann no me hizo daño, Julianne. Apenas pienso en ella y,<br />

cuando lo hago, es para lamentar lo que pasó. No me <strong>de</strong>jó cicatrices.<br />

Julia se volvió para mirarlo con preocupación.

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