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El infierno de Gabriel_1

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llaman Conejito? —preguntó, supurando sarcasmo.<br />

<strong>El</strong>la abrió mucho los ojos, pero no dijo nada. No sabía qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Bien. Me rindo —añadió <strong>Gabriel</strong>, señalando la puerta con la<br />

mano <strong>de</strong> un modo <strong>de</strong>spectivo—. Paul gana.<br />

<strong>El</strong> cerebro <strong>de</strong> Julia tardó unos segundos en procesar lo que<br />

había oído. Podía marcharse. Con la cabeza gacha y los hombros<br />

encogidos, se dirigió hacia la puerta. Parecía una mariposa a la que le<br />

hubieran arrancado las alas. Pero no la había expulsado <strong>de</strong>l seminario<br />

ni <strong>de</strong> la universidad. Había perdido cosas mucho más importantes,<br />

pero algo era algo.<br />

<strong>Gabriel</strong> permaneció inmóvil mientras ella buscaba a tientas la<br />

cerradura por <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> la mochila. Cuando la vio tratar <strong>de</strong> girar la<br />

llave sin conseguirlo, soltó un gemido. Se acercó y le ro<strong>de</strong>ó la cintura<br />

con un brazo para abrir la puerta, acariciándole la ca<strong>de</strong>ra. Al ver que<br />

no se encogía por el contacto, le dijo al oído:<br />

—Entonces, ¿toda esta agonía ha sido en vano?<br />

Julia sintió el calor <strong>de</strong>l cuerpo <strong>de</strong> <strong>Gabriel</strong> a su espalda. Irradiaba<br />

<strong>de</strong> su pecho y se extendía por sus hombros. La seda <strong>de</strong> la pajarita le<br />

rozó el pelo, provocándole un estremecimiento.<br />

—¿Nos has expuesto a los chismorreos maliciosos por nada?<br />

—Has sido muy cruel.<br />

—Tú también.<br />

—Me has hecho daño.<br />

—Y tú a mí. ¿Satisfecha con la venganza? —siguió susurrando<br />

<strong>Gabriel</strong>. Su cálido aliento le acarició la mejilla—. Has <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> ser un<br />

conejito y te has transformado en una gata furiosa. No lo niego, hoy<br />

me has clavado las uñas bien clavadas. Me has hecho sangrar con<br />

cada palabra. ¿Estás contenta? Me has humillado <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> mis<br />

alumnos sacando todos mis pecados a la luz. Ha sido una auténtica<br />

hoguera <strong>de</strong> las vanida<strong>de</strong>s y has sido tú quien ha encendido la llama.<br />

Le acercó los labios un poco más a la oreja, provocándole un<br />

nuevo escalofrío.<br />

—Eres una cobar<strong>de</strong> —susurró.<br />

—No lo soy.<br />

—Eres tú la que se marcha.<br />

—Me lo has dicho tú . Has dicho que me vaya con Paul.<br />

—¡Maldita sea! ¿Haces todo lo que te dicen? ¿Dón<strong>de</strong> se ha<br />

escondido la gatita furiosa?<br />

—No soy más que una estudiante, profesor Emerson. Tú tienes<br />

todo el po<strong>de</strong>r. Podrías... <strong>de</strong>struirme.

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