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El infierno de Gabriel_1

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llamar a una ambulancia. Pero no lo hice. Estaba borracho y colocado<br />

y me <strong>de</strong>splomé en el sofá sin preocuparme <strong>de</strong> nada ni <strong>de</strong> nadie.<br />

Cuando me dijeron que había perdido el bebé, supe que era culpa<br />

mía. Su muerte se habría podido evitar. Era como si lo hubiera matado<br />

con mis propias manos.<br />

Levantó las manos y se las miró por <strong>de</strong>lante y por <strong>de</strong>trás, como<br />

si las viera por primera vez.<br />

—Soy un asesino, Julianne. Un adicto y un asesino.<br />

<strong>El</strong>la abrió la boca para contra<strong>de</strong>cirlo, pero <strong>Gabriel</strong> la interrumpió:<br />

—Paulina pasó varias semanas en el hospital, primero con<br />

problemas físicos, luego por la <strong>de</strong>presión. Yo tuve que pedir la baja.<br />

Estaba constantemente borracho o colocado y no podía trabajar.<br />

Debía miles <strong>de</strong> dólares a gente muy peligrosa y no sabía <strong>de</strong> dón<strong>de</strong><br />

sacar el dinero. Paulina había tratado <strong>de</strong> suicidarse en el hospital y<br />

quería llevarla a una clínica psiquiátrica privada, un lugar don<strong>de</strong> la<br />

trataran bien. Cuando llamé a sus padres para pedirles ayuda, me<br />

dijeron que era un <strong>de</strong>sgraciado, que había llevado la <strong>de</strong>shonra a su<br />

familia. Que primero me casara con ella y luego ya hablaríamos.<br />

<strong>Gabriel</strong> hizo una nueva pausa.<br />

—Lo habría hecho, pero Paulina estaba <strong>de</strong>masiado alterada<br />

como para hablar <strong>de</strong> nada. Decidí buscar un lugar don<strong>de</strong> cuidaran <strong>de</strong><br />

ella y luego suicidarme. Eso solucionaría los problemas <strong>de</strong> todos.<br />

Le dirigió una mirada fría, muerta.<br />

—Ya ves, Julianne, soy uno <strong>de</strong> los con<strong>de</strong>nados. Mi <strong>de</strong>pravación<br />

y mi indiferencia supusieron la muerte <strong>de</strong> un bebé inocente y la<br />

<strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> una mujer con un brillante porvenir. Habría sido<br />

preferible que me ataran una piedra al cuello y me echaran al mar.<br />

—Fue un acci<strong>de</strong>nte —susurró Julia—. No fue culpa tuya.<br />

Él se echó a reír amargamente.<br />

—¿No fue culpa mía acostarme con Paulina y engendrar una<br />

hija con ella? ¿No fue culpa mía tratarla como a una puta, engancharla<br />

a las drogas y presionarla para que abortara? ¿No fue culpa mía llegar<br />

tan colocado a casa que ni me di cuenta <strong>de</strong> que estaba allí?<br />

Julia le agarró las manos y se las apretó con fuerza.<br />

—<strong>Gabriel</strong>, escúchame. Tú tuviste mucho que ver, sí, pero no fue<br />

culpa tuya. Fue un acci<strong>de</strong>nte. Si había mucha sangre es que algo no<br />

iba bien en el embarazo. Si no hubieras llamado a la ambulancia<br />

cuando lo hiciste, Paulina habría muerto. Tú la salvaste.<br />

Él permaneció con la cabeza baja, pero Julia le sujetó la barbilla<br />

y lo obligó a mirarla.

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