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El infierno de Gabriel_1

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sido un dormitorio <strong>de</strong> invitados, pero lo había convertido en una<br />

cómoda biblioteca, con estanterías <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra oscura que iban <strong>de</strong>l<br />

suelo al techo.<br />

Julia se quedó contemplando los libros con la boca abierta.<br />

Había volúmenes nuevos y otros muy antiguos. Casi todos eran<br />

ejemplares <strong>de</strong> tapa dura. Vio títulos en latín, italiano, francés, inglés y<br />

alemán. La habitación, como el resto <strong>de</strong> la vivienda, era muy<br />

masculina. Las mismas cortinas color azul hielo, el mismo suelo <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra oscura, con una alfombra persa en el centro.<br />

<strong>Gabriel</strong> se puso tras el gran escritorio <strong>de</strong> roble.<br />

—¿Te gusta? —la tuteó. Sabía que Rachel no iba a permitir que<br />

le hablara <strong>de</strong> usted.<br />

—Mucho —respondió ella—. Es preciosa.<br />

Alargó la mano para acariciar la butaca <strong>de</strong> terciopelo rojo, era<br />

igual que la que había admirado antes en el salón, pero se <strong>de</strong>tuvo<br />

justo a tiempo. A <strong>El</strong> Profesor no le gustaría que la tocara.<br />

Probablemente la repren<strong>de</strong>ría por ensuciarla con sus <strong>de</strong>dos<br />

mugrientos.<br />

—Es mi butaca favorita. Es muy cómoda. ¿Quieres probarla?<br />

Julia sonrió como si acabara <strong>de</strong> darle un regalo y se sentó en<br />

ella con las piernas dobladas, enroscándose como un gato.<br />

<strong>Gabriel</strong> juraría que la había oído ronronear. Sonrió al verla. Lo<br />

hizo sentirse relajado y casi feliz. En un impulso, <strong>de</strong>cidió enseñarle<br />

uno <strong>de</strong> sus tesoros más preciados.<br />

—Ven, te enseñaré una cosa —le dijo, con un gesto <strong>de</strong> la mano.<br />

<strong>El</strong>la se levantó en seguida y se quedó esperando al otro lado <strong>de</strong>l<br />

escritorio.<br />

<strong>Gabriel</strong> abrió un cajón y sacó dos pares <strong>de</strong> guantes blancos <strong>de</strong><br />

algodón.<br />

—Póntelos —le dijo, dándole un par.<br />

Sin <strong>de</strong>cir nada, ella imitó sus movimientos.<br />

—Ésta es una <strong>de</strong> mis posesiones más valiosas —le explicó él,<br />

sacando una caja <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> un cajón que acababa <strong>de</strong> abrir con<br />

llave.<br />

Cuando <strong>de</strong>jó la caja sobre el escritorio, a Julia le entró miedo.<br />

«¿Qué habrá <strong>de</strong>ntro? ¿Una cabeza reducida? ¿Tal vez la<br />

cabeza reducida <strong>de</strong> una antigua alumna?»<br />

Pero no. <strong>El</strong> profesor abrió la caja y sacó lo que parecía un libro.<br />

Al abrirlo, Julia vio que se trataba <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> sobres <strong>de</strong> papel<br />

unidos, formando un acor<strong>de</strong>ón. Estaban etiquetados en italiano.

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