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El infierno de Gabriel_1

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—No confío en ti.<br />

—Lo sé.<br />

—Me <strong>de</strong>struirás. Serás mi perdición.<br />

—Nunca.<br />

<strong>Gabriel</strong> le sujetó la cara entre las manos. Cuando ella cerró los<br />

ojos, se <strong>de</strong>tuvo. Julia aguardó, esperando sentir la suavidad <strong>de</strong> sus<br />

labios sobre los suyos, pero el gesto no llegó. Esperó un poco más y<br />

abrió los ojos.<br />

Los <strong>de</strong> él, gran<strong>de</strong>s y cálidos, la estaban contemplando. Sonreía.<br />

Le acarició la cara con suavidad aquí y allí, como si estuviera<br />

memorizando sus rasgos. Cuando volvió a acariciarle el cuello, arriba<br />

y abajo, con la yema <strong>de</strong> un <strong>de</strong>do, Julia se estremeció.<br />

Le acercó los labios al oído.<br />

—Relájate, cariño —dijo él, antes <strong>de</strong> mordisquearle el lóbulo <strong>de</strong><br />

la oreja y el cuello—. Deja que te muestre lo que soy capaz <strong>de</strong> hacer<br />

cuando me tomo mi tiempo.<br />

Sosteniendo la cara <strong>de</strong> Julia entre sus manos, le rozó la frente<br />

con los labios. Descendió por su nariz, por sus mejillas, por la barbilla.<br />

Cuando ella volvió a cerrar los ojos, le cubrió la boca con los labios. A<br />

esas alturas, Julia ya estaba sin aliento.<br />

En cuanto sus labios se encontraron, una corriente <strong>de</strong> sangre,<br />

calor y energía los recorrió a ambos, pero <strong>Gabriel</strong> no se apresuró. Sus<br />

labios cubrieron los <strong>de</strong> ella completamente y se movieron arriba y<br />

abajo, hasta que sus cuerpos vibraron con la suave fricción. Pero no<br />

abrió la boca. Levantó una mano para sujetarle <strong>de</strong>licadamente la nuca,<br />

masajeándole con suavidad la cabeza y enredándose en su pelo unos<br />

segundos antes <strong>de</strong> volver a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r.<br />

Julia no fue tan <strong>de</strong>licada al agarrarlo por la nuca y hundir los<br />

<strong>de</strong>dos en su pelo. Sus bocas seguían presionando la una contra la<br />

otra, milímetro a milímetro. <strong>Gabriel</strong> sacó la punta <strong>de</strong> la lengua y la<br />

pasó lánguidamente por el labio superior <strong>de</strong> ella, probándola con<br />

discreción antes <strong>de</strong> succionarle el labio inferior.<br />

Era tentador. Era una tortura. Era el beso más lento que <strong>Gabriel</strong><br />

había dado nunca. Su corazón, por el contrario, latía aceleradamente.<br />

Cuando ella gimió contra su boca, él le echó la cabeza hacia atrás<br />

para que abriera la boca. Pero no aceleró el ritmo. Esperó a que la<br />

mandíbula <strong>de</strong> Julia se relajara. Cuando ella no pudo esperar más y<br />

sacó a su vez la punta <strong>de</strong> la lengua para que se reuniera con la suya,<br />

sólo entonces <strong>Gabriel</strong> se dio permiso para aceptar su invitación.<br />

Julia se habría lanzado a un beso enfebrecido, pero él marcaba

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